jueves, 19 de diciembre de 2013

Víctima del 'efecto Casillas': Joe Hart


El cruce entre el Barcelona y el Manchester City en los octavos de final de la Champions será muy posiblemente el duelo más apasionante de los que deparó el sorteo. Y desde luego, motivo más que suficiente para que uno se plantee abandonar, por lo menos momentáneamente el receso que se había planteado tomar durante las últimas semanas del año y echarle un vistazo a su portería.

Cualquiera podría pensar que la situación de Iker Casillas en el Real Madrid, titular para muchos indiscutible de la selección española, pero suplente habitual en su equipo, el Real Madrid, es algo único en estos tiempos. Nada más lejos de la realidad. Otro arquero, precisamente el del City, Joe Hart, viene viviendo una situación parecida desde que su técnico, el chileno Manuel Pellegrini, perdió su confianza en él a causa de una dolorosa derrota. Mira por dónde, curiosamente frente al Chelsea de José Mourinho.

El joven portero inglés, nacido el 19 de abril de 1987, parecía encarnar la respuesta a las pregarias de la patria del fútbol, huérfana de un portero propiamente de garantías desde la etapa de Peter Shilton. Lo que llegaron a hacer bajo los palos guardametas como David James, Robert Green o David Seaman podría provocarle un considerable sonrojo a más de uno. Un técnico tan exigente con sus porteros como Fabio Capello no dudó en incluirlo por primera vez en una convocatoria de la selección inglesa en junio de 2008, tras mostrar buenas maneras en la sub'21 y, de paso, algo de picardía. Paró un penalti y marcó otro en las semifinales del Europeo sub'21 de 2009 para dar el pase a la final a su selección ante Suecia, pero no pudo jugar la final. La razón, la amonestación del árbitro después de que el espigado arquero hablara con un delantero sueco instantes antes de su lanzamiento para descentrarlo.

Ante Suecia, curiosamente, vivió también su primer gran descalabro como portero de la selección inglesa, para regocijo de Zlatan Ibrahimovic. El sueco le marcó cuatro tantos en la derrota de los británicos en Estocolmo y se tomó su particular revancha por el ajustado triunfo de los ingleses ante su equipo nacional algunos meses antes en la Eurocopa 2012.

A nivel de club, el City apostó por incorporarlo cuando casi no era más que un crío. En 2006 se sumó a sus filas, tras formarse en el Shewsbury Town, el equipo de su ciudad natal. No obstante, encadenaría algunas cesiones, al Tranmere Rovers, al Blackpool y al Birminghma, la más prolongada de ellas, donde sus actuaciones acabarían finalmente por conventer a los dirigentes del conjunto de Manchester de las bondades de recuperarlo. Muchas de ellas, desde luego, las ha venido repitiendo en los últimos años con los citizens. Incluso tiene en su poder dos Golden Glove, premio que lo acredita como el meta capaz de dejar su portería  imbatida durante más veces en las campañas 2010-2011 y 2011-2012.

En las últimas semanas, a pesar de todo, Pellegrini parece más dispuesto a confiar en las aptitudes del rumano Costel Pantilimon, su apuesta habitual para la Premier, por mucho que frente al Bayern de Múnich, en un duelo en el que los ingleses se jugaban la posibilidad de arrebatarle el primer puesto del grupo a equipo de Guardiola, el encargado de defender la portería del City fuera otra vez Hart.

Aún faltan varias semanas para que arranque la eliminatoria entre los ingleses y el Barcelona. Y el bueno de Hart parece tenerle comida la moral al rutilante crack barcelonista, Neymar, perfecto reemplazo del lesionado Leo Messi. Con él bajo los palos, lograron su primer triunfo en 23 años ante la canarinha después de firmar una buena retahíla de paradas ante un penalti lanzado por el ex azulgrana Ronaldinho. Y a punto estuvieron de llevarse un triunfo en su visita a Maracaná en junio, después de que Hart le amargara la vida a Neymar durante el primer tiempo. Ya veremos si, para los octavos de final, se sitúa bajo los palos. Ya sea después de recuperar la titularidad absoluta o mantiendo el efecto Casillas. 

sábado, 30 de noviembre de 2013

El portero de la sonrisa imposible: Jim Leighton


"Nunca te fíes de un portero guapo. Pero mira, Leighton, en tu caso confiaría en ti incluso jugándome la vida", cuenta el protagonista de esta historia que solía decirle Jimmy Nicholl, ex internacional norirlandés nacido en Canadá, con quien coincidió en el cuerpo técnico del Aberdeen, el auténtico club de su vida. No en vano, defendió su portería durante 13 años, en dos etapas, y ahí acabaría por colgar los guantes. De una manera que jamás olvidaría, desde luego. Desafortunadamente para él, no en positivo.

A Jim Leighton, nacido el 24 de julio de 1958 en Johnstone, Escocia, nunca le importó demasiado jugarse el tipo. Todo lo contrario. Por ello mismo, desde los inicios de su carrera, se podía ver como le faltaban varios dientes superiores. Incluso, se rompió la muñeca de su mano buena justo el día antes de afrontar un importante examen británico, parte del proceso para obtener un certificado de estudios. Formado en el Dalry Thistle, se incorporó a las filas del Aberdeen en 1977, donde permanecería hasta 1988, con una breve cesión al Deveronvale de por medio. Allí, en el Aberdeen, coincidiría con todo un mito del fútbol, sir Alex Ferguson, quien no dudó en llevárselo al Manchester United cuando tuvo oportunidad.

El técnico escocés creía ciegamente en él. Una opinión que, entre otros, compartían Peter Shilton, quien no dudó en señalar que, con Leighton, Escocia había puesto fin a sus problemas con los porteros; o el fallecido ex jugador y ex técnico inglés Brian Clough, quien aseguró que el arquero era "una rara avis, un portero escocés en el que puedes confiar". En el United, el meta firmó grandes actuaciones, pero se vio también condenado por una cierta irregularidad. Algunas goleadas consecutivas le llevaron a perder el favor de su valedor. Tras ser cedido al Arsenal y al Reading, fichó en febrero de 1992 por el Dundee, conjunto que lo cedería también durante un par de meses en 1993 al Sheffield United.

No acababa de establecerse. En verano de 1993, se incorporaría a las filas del Hibernian, donde pelearía durante cuatro campañas para recupera su mejor forma. En 1997, en el ocaso de su carrera, volvió a casa, al Aberdeen. Y, en apariencia, a su mejor nivel. No en vano, sería el meta titular en el Mundial 98, donde sorprendió por llevar las cejas exageradamente cubiertas de vaselina. Casi, como los boxeadores. En su caso, también, los golpes estaban a la orden del día. Era la segunda vez que se enfrentaba a la actual pentacampeona del mundo en el máximo torneo futbolístico, tras estrenarse como mundialista en México 86. En Italia 90 sólo encajó un gol, de Müller, pero su selección no pudo pasar de ronda. En esa última ocasión, le marcaron dos. César Sampaio abrió el marcador, el escocés Collins consiguió la igualada de penalti y su compatriota, Tom Boyd, lo cerró, con un tanto en propia meta que dio el triunfo a la canarinha.

Se retiró como internacional en 1998, con un total de 91 apariciones, lo que le convierte en el segundo futbolista escocés con más partidos internacionales, sólo superado por todo un icono, Kenny Dalglish. Como jugador en activo, colgó los guantes en el año 2000, pero no pudo evitar seguir ligado al Aberdeen como técnico de porteros, también en dos etapas. Muy posiblemente, la forma en que se produjo su retirada como profesional le supo a poco. Y con razón. Su último partido, la final de la Copa escocesa frente al Glasgow Rangers, duró para él 90 segundos. Un fuerte golpe en la cara le obligó a dejar Hampden Park en camilla. Su técnico, el danés Ebbe Skovdahl, no se había llevado portero suplente. No había obligación de hacerlo. Así que el encargado de defender la meta fue un delantero, Robbie Winters. El Rangers, obviamente, ganó la final. Y de paliza: 4-0.

Leighton, desde luego, no pudo ver ese desenlace en directo, por mucho que dijera en los días previos al partido que sería el último en dejar el césped. Sumó nuevos traumatismos a su lista de lesiones. En esa ocasión, incluso varias fracturas en la mandíbula. Un final que, muy a su pesar, quizás resumió perfectamente la carrera del portero de la sonrisa imposible.



sábado, 23 de noviembre de 2013

La colección completa: Stefano Tacconi


Acabar una colección de cromos, cuando yo era un niño, era casi una tarea titánica. Recuerdo como, a veces, mis propios padres y los de algunos compañeros del colegio tenían que ir a los alrededores de un famoso mercado de mi ciudad para conseguir que sus retoños acabaran de una vez esa obra que les estaba llevando por el camino de la amargura. A todos. A veces, conseguir uno solo significaba dejarse varios por el camino. Había incluso quien pedía una suma de dinero nada despreciable, teniendo en cuenta que eran sólo un pedazo de cartón, por algunos de los más deseados. Los que faltaban para acabar de una vez el álbum. Por ello, no me extraña demasiado que a los futbolistas les encante coleccionar títulos. En gran parte, para jugar a fútbol hay que conservar mucho de aquel espíritu que tenían cuando eran críos. Personalmente, para mí las palabras fútbol y diversión van unidas. No entiendo la una sin la otra. E imagino que a ellos les pasa lo mismo.

Yo creo que los cromos, para ellos, se han convertido en trofeos, en copas. Casi se puede utilizar un slogan publicitario y preguntarse quién no querría tenerlas todas. En lo que respecta a las competiciones internacionales a nivel de clubs, sólo hay un portero que haya podido cerrar ese álbum: Stefano Tacconi. El que fuera arquero titular de la Juventus en la década de los 80 y principios de la de los 90 del siglo pasado es el único guardameta que puede presumir de tener en su palmarés la Copa de Europa, la Recopa, la Copa de la UEFA, la Supercopa de Europa y la Copa Intercontinental, precursora a su manera del actual Mundial de Clubs, en cuya final de 1985 consiguió parar dos lanzamientos de Argentinos Juniors en la tanda de penaltis tras acabar el duelo con empate a dos goles. Un jovencísimo Michael Laudrup, autor del tanto del 2-2 para los italianos, vio por su parte como su tiro era detenido por el argentino Vidallé. Pese a la derrota, hasta en Argentina aseguran que ese duelo fue todo un partidazo.

La Juventus había llegado a ese combate por el cetro mundial a través de la final de la Copa de Europa más triste de la historia. Aquella que se disputó en Heysel entre los italianos y el Liverpool y que se saldó con 39 muertos y 600 heridos tras una avalancha en las gradas provocada en gran parte por una serie de aficionados británicos a los que se les había ido la mano con el alcohol. A raíz de eso, la UEFA castigó a los clubes ingleses con cinco años de suspensión en las competiciones europeas. La Juve se impuso por 1-0, después de que el colegiado señalara a su favor un penalti que no era y de cuyo lanzamiento se encargó la gran estrella juventina, el francés Michel Platini, actual presidente de la UEFA.

La única Copa de Europa que lograría Stefano Tacconi tenía un sabor amargo. El meta, nacido en Perugia el 13 de mayo de 1957, llegó al conjunto bianconero en 1983, después de pasar por las filas del Spoleto, el Pro Patria, el Livorno, el Sambenedettese y el Avellino. Estuvo bajo los palos del conjunto turinés hasta 1992, y allí consiguió todos sus títulos. Además de los ya mencionados, dos ligas y una Copa de Italia. En 1991 fue distinguido con la Orden del Mérito de la República italiana. A nivel deportivo, su equipo llegó hasta las semifinales de la Recopa. Allí, no obstante, se vio apeado por un Barcelona que se impuso con un contundente 3-1 en el Camp Nou, tras remontar un tanto inicial de lo más tonto marcado por los italianos, y que cayó por la mínima en Turín. Un año después, Tacconi dejaría la Juve para fichar por el Genoa, club en el que colgaría los guantes como profesional en 1995. Trece años más tarde, con 51 a sus espaldas, al meta le volvió a picar el gusanillo del fútbol y jugó durante tres temporadas con el Arquata, un conjunto amateur que acabaría por abandonar la competición en 2011. Antes, incluso había probado una incursión en la política que no tuvo mucho éxito.

En abril de 2011 se incorporaría además como "motivador" en un equipo italiano de Superbikes, el Supersonic Team Ducatti, que dejaría las carreras precisamente a finales de ese mismo año. Un trabajo que, observando las pintas de motero que llevaba Tacconi por aquel entonces, le venía como anilllo al dedo. Nada, en cambio, fue como en sus primeros años como arquero, en los que firmaba semana tras semana enormes intervenciones. Dignas del único guardameta que, en lo que a títulos internacionales de clubs se refiere, tiene la colección completa.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Vudú blanquiazul: Tommy N'Kono


Se estrenó en un partido oficial en España en 1982, defendiendo la portería de su selección, Camerún, que se estrenaba en un Mundial. Sus buenas actuaciones con su combinado nacional, cediendo un solo tanto en los tres partidos que disputó en tierras gallegas, llamaron la atención de muchos dirigentes, entre los que se encontraban los del Espanyol. No les importó que el combinado africano quedara eliminado en una primera fase en la que, cosas de la vida, no llegó a conocer la derrota. Se dieron cuenta de que la clave de ello estaba bajo los palos, en las manos y los reflejos felinos de Tommy N'Kono, por mucho que algunos de sus movimientos fueran poco ortodoxos y jugara siempre enfundado en un pantalón de chandal. Desde luego, todos los interesados se pusieron manos a la obra para hacerse con los servicios del arquero. Al final, los blanquiazules acabarían haciéndose con sus servicios, por alrededor de unos 10 millones de pesetas, cuando el inicio de la temporada 1982-83 estaba peligrosamente cerca.

El 4 de septiembre de 1982, N'Kono fue titular en el triunfo por 1-0 del Espanyol ante el Racing de Santander en el desaparecido estadio de Sarrià. Un feudo que lo idolatraría durante las nueve temporadas que dendió su marco. Siempre, tanto en los momentos más brillantes, esplendorosos, como aquella Copa de la UEFA que se escurrió de entre sus dedos tras eliminar a equipos como el Milan o el Inter y caer ante el Bayer Leverkusen en una cruel tanda de penaltis en la vuelta de la final tras imponerse en casa por 3-0, como en los más dolorosos, como el descenso al infierno de Segunda División un año después. El paso por el averno duró sólo una temporada. El 10 de junio de 1990, el equipo certificaba su regreso a la élite tras imponerse en otra tanda de penaltis, en esa ocasión al CD Málaga, en la promoción de ascenso.

No fue entonces N'Kono el encargado de defender la portería del Espanyol. Meléndez, eterno suplente blanquiazul, le tomó el relevo. El camerunés estaba a muchos kilómetros de distancia, en Italia, para disputar el segundo Mundial de su carrera, después de que Camerún no lograra meterse en la cita de México 86. Dos días antes  de que los periquitos vieran hecho realidad el sueño de volver a Primera, el arquero había sido también héroe en el duelo inaugural del Mundial 90 ante la vigente campeona, Argentina. Un solitario tanto de Omam-Biyik, cuyo remate se vio favorecido por el escaso acierto de Pumpido, dio el triunfo al conjunto africano, a la postre una de las grandes revelaciones del torneo, con el veteranísimo Roger Milla como director de orquesta. Inglaterra, en cuartos de final, puso fin a su periplo en el torneo. Gianluigi Buffon ha confesado en alguna ocasión que fueron las paradas de N'Kono en 1990 las que le convencieron para ser portero. Incluso uno de sus hijos, Louis Thomas, lleva ese nombre en honor del meta camerunés.

El partido ante Inglaterra en 1990 fue también el último partido de N'Kono en una Copa del Mundo. Estuvo en la lista de Camerún en 1994, pero no llegó a jugar. No en vano, había sido incluida en ella casi a última hora. Joseph Antoine Bell y Jacques Songo'o, quien defendería la portería del Deportivo de la Coruña entre 1996 y 2001, se encargarían de la portería camerunesa. El bueno de Songo'o, en su único partido en esa cita, recibió cinco goles del ruso Oleg Salenko en la derrota por 6-1 de su selección, lo que le permitiría a Salenko compartir la Bota de Oro de ese torneo con el barcelonista Hristo Stoichkov.

El paso testimonial de N'Kono por el Mundial 94 resulta especialmente doloroso si se tiene en cuenta que fue Balón de Oro africano en 1979 y 1982. Nacido el 20 de julio de 1956 en Dizangue, sus primeros equipos fueron el Canon Yaoundé y el Tonnerre Yaoundé. Con el Canon llegaron los primeros títulos, pero su único gran trofeo internacional de selecciones lo levantó como jugador del Espanyol. Fue la Copa de África, en 1984. Tras dejar el conjunto periquito en 1991, defendería la porterías del Sabadell y de L'Hospitalet, antes de embarcarse en una aventura que le llevaría a cruzar el charco y guardar el marco del Bolívar, con el que lograría dos ligas antes de colgar los guantes en 1997. La por aquel entonces floreciente liga japonesa se interesó por él en 1994, pero la operación no llegó a cuajar. Es algo que puedo asegurar de primera mano.

Dejó la portería, pero no el fútbol. Actualmente, es entrenador de porteros del Espanyol, club en el que conserva la marca de más partidos jugados tanto para un guardameta como para un futbolista extranjero. También ejerció funciones técnicas con su selección, con la que fue protagonista de una rocambolesca polémica. Fue acusado de hacer magia negra para favorecer a Camerún en un partido de la Copa de África 2002. Durante muchos años, desató otro tipo de magia en el estadio de Sarrià. Sus paradas, a veces casi inverosímiles, casi parecían vudú blanquiazul.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La pizarra por la portería: Hans van Breukelen


Por norma general, se suele pensar que los porteros no acaban de estar muy bien de la cabeza. Es comprensible. Lanzarse a los pies de un tipo que viene corriendo hacia ti o intentar interceptar con las manos un objeto esférico que viaja en tu dirección a velocidades que, en algunos casos, pueden alcanzar los 100 kilómetros por hora, son cosas que parecen exigir un cierto desprecio por el tan humano instinto de conservación. Pero, desde luego, no hay que dejarse llevar por las generalizaciones.

Se puede arriesgar casi lo indecible en acciones para algunos absurdas y, a la vez, tener la azotea muy bien amueblada. Y, por supuesto, no todos los deportistas se ciñen al cliché del encefalograma plano. Hace tiempo, ya comenté en este mismo espacio que el arquero del Bayern de Múnich, Manuel Neuer, sólo por citar alguno, es un buen ejemplo de ello. Hay futbolistas que, además de pensar en su carrera deportiva, piensan también en otro tipo de carrera. Y a Hans van Breukelen, todo un mito holandés, ídolo del PSV, lo que le gustaba era enseñar. Quería ser maestro. Y, de hecho, lo fue. Por lo menos, durante un tiempo. Acabó sus estudios de pedagogía e incluso llegó a dar clase en algunas escuelas hasta que el fútbol, y más concretamente la portería, acabaron por convertirse en su pasión y forma de vida.

Nacido el 4 de octubre de 1956 en Utrecht, Van Breukelen se crió en De Bilt, el mismo lugar en el que se iniciaría en el fútbol. Cuando rondaba la veintena, se trasladó de nuevo a Utrecht, donde se estrenaría como profesional en el club de la ciudad. Los problemas económicos del club acabarían por forzar su traspaso al Nottingham Forest en 1982, donde tomaría el relevo de otro icono de la portería: Peter Shilton. Sus frecuentes convocatorias con la selección holandesa disgustaban a los dirigentes de la entidad inglesa, con lo que, al término de la temporada 1983-84, el meta se decidió a volver a casa para recalar en las filas del PSV Eindhoven. Una apuesta que, vistos los resultados obtenidos, fue del todo ganadora.

Muy pronto llegarían los primeros títulos. Y con ellos, el cariño y el respeto de la afición del PSV, por mucho que alguna que otra cantada (una de ellas muy famosa y que le costaría un empate ante el Feyenoord) manchara en parte su expediente. En Eindhoven ganó seis ligas, tres copas, una supercopa y una Copa de Europa. El año de este último triunfo, 1988, fue, sin lugar a dudas, el mejor de toda su carrera deportiva. Al triunfo en la máxima competición europea de clubs, ante el Benfica, en la tanda de penaltis y con una parada decisiva, se le sumaría también el de la máxima competición continental de selecciones, al lado de nombres como los de Gullit, Rijkaard o Van Basten. Otra Eurocopa, la de 1992, marcaría el final de su etapa en la selección oranje. Su equipo llegó hasta las semifinales del torneo, pero acabó cayendo en la tanda de penaltis frente a la que sería la campeona, Dinamarca. El ya veterano guardameta, en esa ocasión, no pudo firmar ninguna acción salvadora ante los lanzamientos desde los 11 metros.

Dos años después de renunciar a la selección, Van Breukelen se decidiría también por colgar definitivamente los guantes. Tras retirarse, se dedicó inicialmente a los negocios, dejando brevemente aparcada esa faceta por una fallida incursión como director deportivo del Utrecht tras rechazar convertirse en mánager del Twente. El PSV, en 2010, llamó a su puerta para que formara parte de su consejo asesor, pero el meta lo dejó en 2013 por su desacuerdo con el estilo de juego del equipo, buscando que su salida fuera un revulsivo. No en vano, ahí se le recuerda como todo un ídolo. Una condición ganada a pulso con muchas fantásticas intervenciones. Las de un arquero que, un día, decidió cambiar la pizarra por la portería.

jueves, 24 de octubre de 2013

Las cenizas del Fénix: Vítor Baía


La Eurocopa de 1996 fue especialmente interesante para aquellos que deciden centrar sus miras en los porteros. No en vano, allí brillaron especialmente tres guardametas: el campeón, el alemán Andreas Kopke, el subcampeón, el checo Petr Kouba, y un portugués llamado Vítor Baía. Sus buenas actuaciones, unidas a la presencia del que había sido su entrenador en el Oporto, Bobby Robson, asístido por un tal José Mourinho, llevaron a un Barcelona que necesitaba desesperadamente afianzar su portería fijarse en él. En Portugal, era todo un ídolo, capaz de firmar paradas tan endiabladamente complicadas como ésta. En 1994, su equipo incluso se plantó en las semifinales de la Copa de Europa ante un conjunto que veía los últimos coletazos del llamado Dream Team. El duelo, a partido único, se saldó con una clara victoria para los de Johan Cruyff, con dos tantos de Stoichkov y un zapatazo increíble de Koeman, pero ese marcador no sería impedimento para que, un par de años después, el arquero luso posara feliz y contento con una elástica barcelonista llena de colorido.

Durante sus ocho años en el primer equipo del Oporto, club al que llegó tras formarse en el Leça, Baía, nacido el 15 de octubre de 1969 en Sao Pedro da Afurada, se hizo, entre otros títulos, con cinco ligas y dos copas portuguesas. La gloria europea, la misma que había saboreado el conjunto luso en 1987 tras derrotar al Bayern, no obstante, se le resistía. No así el reconocimiento de sus virtudes. Ídolo en su país, tal vez quiso buscar esa suerte europea con un cambio de aires. El Barcelona pagó unos seis millones de euros, por él, una cifra casi de escándalo, por mucho que, cinco años después, la Juventus la superara con creces al contratar a Gianluigi Buffon. El contrato que le ofreció el entonces presidente azulgrana, Josep Lluís Núñez, casi le aseguraba retirarse en el Barça: ocho años. Y la firma que vestía en esos tiempos a los azulgrana se decidió a tratar de aprovechar el tirón del meta.

Aparcó (a Diós gracias, no en vano sus diseñadores habían sido antes capaces de perpetrar algo como esto) el uniforme chillón de su puesta de largo y le dedicó, nunca mejor dicho, una menos estridente equipación negra, con su nombre inscrito de punta a punta en las mangas. La equipación alternativa, mientras, tenía un tono azul verdoso. No obstante, tendría que renunciar a llevar medias de color blanco, una de sus manías. Quién sabe si eso, dada la particular idiosincrasia de los porteros, sería una de las cábalas que se repetiría cuando llegaran los malos tiempos. Sus primeras actuaciones con el Barcelona parecían darle la razón a Núñez. Incluso, paró, como si tal cosa, un remate a puerta del Inter de Milán con el pie, con total calma, durante el transcurso de la final del Trofeo Joan Gamper de 1996. La Supercopa de España fue su primer título como barcelonista. Le seguirían la Recopa de Europa, en 1997, y la Copa del Rey, a pesar de que su aparente falta de tino en la vuelta de los cuartos de final ante el Atlético, estuvieran a punto de costarle un disgusto a los suyos. Pantic, con un poker de goles, puso la eliminatoria casi imposible de remontar. Sólo, casi. Los de Robson, finalmente, se impondrían por 5-4.

Baía se llevó también un susto de órdago en su primera temporada como barcelonista. Según reveló el año pasado, estuvo a punto de morir a causa de un shock anafiláctico, pocos días antes de la final de la Recopa, por su alergia a un medicamento que le administraron como parte del tratamiento de una afección cutánea. La temporada 1997-98 la inició con mal pie. No podría estrenar su remozada equipación, más sobria que la anterior, pero también negra o azulada, en un partido oficial hasta bien entrada la campaña a causa de una prolongada lesión. Ruud Hesp, fichado en ese mismo verano por el nuevo entrenador, Louis van Gaal, sería el gran beneficiado de todo ello. Su primer partido como titular, ante el Dinamo de Kiev, en el Camp Nou, fue toda una pesadilla. Los ucranianos se impusieron por 0-4, con hat trick de Shevchenko, y el arquero llegó a comentar que, quizás, había reaparecido demasiado pronto...

Con la nueva temporada, y después de que Hesp fuera el héroe del doblete de Liga y Copa barcelonista de 1998, las cosas fueron incluso a peor. Baía se quejó amargamente de que, a no ser que su estado de forma fuera muy superior al de su compañero, el holandés estaba siempre por delante de él en los planes de Van Gaal. Algo que, desde luego, no le hizo ni pizca de gracia al técnico. Cruz y raya. El Oporto, en ésas, fue su tabla de salvación. Volvió a casa como cedido, hasta el 30 de junio de 2000. Con el dorsal número 1 ocupado, pidió el 99, en sus palabras, porque ése era el año en que volvería a sentirse futbolista. Las ventas de esa elástica, cómo no, subieron como la espuma. Y Kappa, patrocinador deportivo del conjunto portugués, incluso, recuperaría aquella idea de poner su nombre en las mangas. Una nueva lesión de rodilla, no obstante, volvería a cruzarse en su camino. El Oporto, con todo, apostó fuerte por su fichaje. Y ganó. Tras un año lejos de los terrenos de juego, poco a poco, el portero, como un ave fénix, se disponía a renacer de sus cenizas.

En su segunda y definitiva etapa con los dragoes, equipo en el que se retiraría con 37 años, Baía sumaría, entre otros títulos, cinco ligas portuguesas más, tres Copas, una Intercontinental, la última, en 2004, así como una Copa de la UEFA y una Liga de Campeones consecutivas, en ambos casos con Mourinho en el banquillo. Sus problemas con las lesiones y el desdén al que le condenó Van Gaal en el Barcelona no hicieron sino que atiar las cenizas del Fénix de las que iba por acabar renaciendo. 

viernes, 18 de octubre de 2013

La paradoja del portero-jugador: José Francisco Molina


En el fútbol sala, la figura del portero-jugador es muy habitual. Con el marcador en contra, muchos equipos arriesgan el todo por el todo y renuncian al especialista por antonomasia para tener superioridad y buscar el gol. En el fútbol a 11, la cosa suele ser diferente. A veces, cuando el portero se lesiona, no hay más remedio que un jugador se coloque bajo los palos. Algo para lo que, de hecho, no hace falta que se produzca lesión. Basta con advertirlo al árbitro, al resto de jugadores y que lleve un uniforme diferente al de sus compañeros. No suele pasar. Más que nada, porque el trabajo del meta es muy específico. Y al contrario. Tampoco es normal que un portero actúe como jugador. Y mucho menos, que su debut como internacional absoluto se produzca de esa guisa.

José Francisco Molina sabe muy bien qué es eso. No en vano, su estreno con la selección española, el 24 de abril de 1996, en un amistoso ante Noruega, fue precisamente como jugador. Juanma López, compañero de fatigas en el Atlético, se había lesionado, y el entonces seleccionador, Javier Clemente, prefirió colocar al arquero como un futbolista más antes que jugar con 10. Su apuesta casi resultó ganadora. Un disparo del meta, con un improvisado dorsal número 13 a su espalda, pertrechado a base de esparadrapo, y equipado con el pantalón negro de arquero, estuvo a punto de darle el triunfo a España. Al final, no obstante, el duelo acabó con empate sin goles. Su paso por la selección fue un poco trastabillado. Empezó la Eurocopa 2000 como titular, curiosamente como titular ante la misma Noruega que le vio estrenarse como jugador cuatro años antes. La derrota española, por 0-1, con fallo del portero, acabó por costarle el puesto, que caería en manos de Cañizares. Noruega fue punto inicial y punto final para la etapa de Molina en la selección.

Nacido el 8 de agosto de 1970 en Valencia, Molina se formó como portero en las filas del conjunto ché, pero no llegó nunca a jugar un partido oficial con esa camiseta, aunque sí con la del filial. Tras ser cedido al Alzira y al Villarreal, fichó en 1994 por el Albacete, equipo con el que realmente pudo explotar todo su potencial. Sus buenas temporadas en el Carlos Belmonte despertaron incluso el interés del Barcelona, deseoso de encontrar un meta indiscutible tras el forzado adiós de Zubizarreta. No obstante, los siete goles que le marcó el Salamanca en la promoción (2-0 a domicilio y 0-5 en casa), con el posterior descenso del conjunto manchego, frenaron a los azulgrana, pero no así al Atlético. Y la apuesta del club del Manzanares fue del todo ganadora. Pesaron más las grandes paradas, como las que firmaría a lo largo de su carrera, que los fallos puntuales que hubiera podido tener. El global, por encima de lo particular. Como debería ser siempre.

Molina fue uno de los grandes argumentos de los colchoneros para firmar un doblete de Liga y Copa en la temporada 1995-96, así como el trofeo Zamora, que distingue al portero menos goleado. Tras vivir un nuevo descenso, en este caso con el Atlético, fichó por el Deportivo de la Coruña en el año 2000. Allí lograría dos Supercopas de España y otra Copa del Rey, después de que los gallegos se impusieran al Real Madrid en el Santiago Bernabéu por 1-2, el 6 de marzo de 2002. Sergio González y Diego Tristán marcaron para el Depor. Raúl, para los madridistas.

A finales de 2002, al guardameta se le diagnosticó un cáncer testicular que, tras someterse a tratamiento, logró superar completamente a principios de 2003. Tres años después, ficharía por el Levante, equipo en el que acabaría colgando los guantes en 2007. Dejó de jugar, pero no el fútbol. El banquillo, ahora mismo, es su nuevo hábitat natural. El Villarreal, tras pasar por el banco del B y el C del equipo castellonense, vio su estreno como técnico de Primera. Su paso fue breve. Había sustituido a Juan Carlos Garrido, por los malos resultados, pero la situación no mejoró y Miguel Ángel Lotina le tomó el relevo. Actualmente, dirige al Getafe B. Molina, a lo largo de su carrera futbolística, rubricó grandes intervenciones. No obstante, pasó a la historia de la manera más curiosa: personificando la paradoja del portero-jugador.

viernes, 11 de octubre de 2013

El trampolín escocés: Fraser Forster


Peter Shilton, el portero inglés que sufrió en sus propias carnes el milagroso gol de Maradona con la mano en México 86, descartó en su momento jugar en la liga escocesa. Temía que disputar esa competición pudiera perjudicarlo a la hora de ser convocado por Inglaterra. Han pasado muchos años desde entonces. Y, vistas las circunstancias, no es nada descabellado pensar que el futuro de la meta de los tres leones pasa, precisamente, por Escocia. Ahí juega un arquero de 25 años que, tras aterrizar en las filas del Celtic en 2010, se ha convertido en uno de los grandes argumentos de The Boys.

Nacido el 17 de marzo de 1988 en Hexham, sus primeros pasos en el deporte no los dio en el fútbol, sino en el cricket y el rugby. Tras decidirse finalmente por colocarse bajo los palos, uno de sus técnicos en su fase formativa, en el Wallsend Boys Club, hizo gala de un auténtico ojo clínico: consideró que no iba a ser lo bastante alto para ser portero. Una predicción muy poco afortunada. Actualmente, Forster mide 2,01 metros de estatura, lo que no le impide hacer gala de una notable agilidad e incluso de una gran facilidad para ir al suelo. No obstante, cabe reconocer que su ritmo de crecimiento no se dispararía hasta los 15 años. Con 17, firmó por el Newcastle United, entidad con la que se estrenaría como profesional en 2006.

Las Urracas, a pesar de las cualidades del joven arquero, no acababan de encontrar acomodo para él en la primera plantilla, con lo que inició una retahíla de cesiones que lo llevaría a defender las porterías del Stockport County, el Bristol Rovers, el Norwich City y el Celtic, que se hizo definitivamente con sus servicios en verano de 2012 a cambio de un traspaso cifrado en dos millones de libras (unos 2,36 millones de euros). Cuando llegó a Glasgow por primera vez, el mánager del Celtic, Neil Lennon, destacó su envergadura, sus grandes cualidades y señaló como único posible defecto su juventud. Algo que, al menos por el momento, no le está pasando factura. Ni en la liga escocesa ni en una competición tan dura como la Champions, midiéndose a equipos tan fuertes como por ejemplo el Barcelona.

En la temporada 2012-2013, en la fase de grupos, los azulgrana ya pudieron comprobar cómo se las gasta Forster bajo los palos. Y este mismo año, con Celtic y Barcelona repitiendo coincidencia de grupo en la liguilla, pudieron volver a hacerlo. A pesar de la derrota de su equipo por 0-1, el joven guardameta hizo gala de sus mejores cualidades. Tanto, que incluso el lateral brasileño Dani Alves, no dudó en apostar por él como posible sustituto en un futuro nada lejano de Víctor Valdés, a pesar de que el alemán Marc-André ter Stegen se perfila inicialmente como la primera opción para los barcelonistas.

Por el momento, Forster ya ha sido convocado en varias ocasiones por la selección inglesa, pero todavía no ha disputado ni un solo minuto. Joe Hart, por ahora, es titular indiscutible. Sólo el tiempo dirá si su paso por el Celtic, el equipo que hizo con él una apuesta ganadora, será al final o no el trampolín escocés que lo llevará a lo más alto. Tiene condiciones para ello. Sólo falta que la suerte, demasiadas veces caprichosa, no acabe por negarle su sonrisa.

jueves, 3 de octubre de 2013

Ahogado por la presión: Julen Lopetegui


"Yo soy yo y mi circunstancia", dijo Ortega y Gasset. A nivel deportivo, tal vez, puede interpretarse casi como un "yo soy yo y el equipo en el que juego". A nivel de guardametas, no es lo mismo defender la portería de un conjunto que pelea por no caer al abismo del descenso que hacerlo en uno que lo hace por llevarse a sus vitrinas la mayor cantidad de títulos posibles. Es más. Las cosas pueden ser también muy diferentes si juegas la liga sueca o si, por el contrario, compites en otras mucho más exigentes, como la inglesa, la italiana o, desde luego, la española. Hay muchos casos de grandes porteros que no han sabido soportar la presión de jugar en un grande. Que, a pesar de su calidad, se han sentido prácticamente asfixiados por la camiseta en el momento en que los astros se alineaban para encumbrarlos hacia el Olimpo. Julen Lopetegui, muy a su pesar, seguro, es uno de ellos.

Lopetegui es de esos pocos futbolistas que puede presumir de haber jugado en los dos grandes de la Liga española, el Real Madrid y el Barcelona, o viceversa. Nacido el 28 de agosto de 1966 en Asteasu, Guipúzcoa, inició su carrera en el San Sebastián, el filial de la Real Sociedad, desde donde pasaría a las filas de otro filial, el Castilla. Tras ser cedido por una temporada al Las Palmas, se integró en la disciplina del primer equipo del Real Madrid, con el que llegó a jugar un único partido de Liga, el penúltimo de la temporada 89-90. Buyo y Agustín, en principio, estaban por delante suyo. Su debut tuvo lugar en un derbi ante el Atlético, en el Calderón, transmitido en directo por el segundo canal de TVE. Futre, Pizo Gómez y Baltazar marcaron para los colchoneros. Hierro, en dos ocasiones, y Losada, para los madridistas.

En el Madrid no tenía sitio, así que hizo otra vez las maletas y fichó en 1991 por el Logroñés. Allí, en un equipo que peleaba casi siempre en los puestos bajos de la tabla, encontró su mejor trampolín. Los rivales le ponían a prueba una y otra vez, lo que le permitía firmar intervenciones tan impresionantes como ésta, ésta o esta otra. Sus buenas maneras, incluso, le llevaron a convertirse en el suplente habitual de Andoni Zubizarreta en las convocatorias que firmaba el ex seleccionador Javier Clemente. Un problema en la espalda, no obstante, le privó de estar en la lista para el decisivo partido frente a Dinamarca, en 1993, aquel en el que Cañizares se convirtió en un héroe. Fue convocado para el Mundial de Estados Unidos, aunque como tercer guardameta, y no tuvo minutos en el torneo.

Sus actuaciones en el Logroñés le permitieron fichar por el Barcelona. Todo parecía indicar que se encargaría de cubrir el hueco dejado por Zubizarreta, a quien se le había comunicado que no seguiría de azulgrana tras la contundente derrota barcelonista frente al Milan en Atenas (4-0). No obstante, Cruyff pareció preferir las cualidades con los pies de Carlos Busquets, e incluso su yerno, Jesús Mariano Angoy, estuvo por delante de Lopetegui en las alineaciones en un momento determinado. Posiblemente, algo tendría que ver con ello un tremendo fallo en la vuelta de la Supercopa de España 1994 frente al Zaragoza, jalonado además con otras actuaciones muy poco afortunadas. Incluso, acabó expulsado, y Busquets defendió la portería en los últimos minutos. A pesar de la derrota barcelonista por 4-5 en el Camp Nou, el 0-2 conseguido en La Romareda permitió que ese título no se escapara de las vitrinas azulgrana.

El carrusel de fichajes que llegó tras la destitución de Cruyff incluyó también el de otro portero, Vítor Baía. Ídolo indiscutible en el Oporto, también se vio afectado por la presión de la elástica barcelonista. Ya hablaremos de él más adelante. Con Baía y Busquets, Lopetegui continuó quedándose como tercera opción. Y, aunque con el fichaje de Louis van Gaal como técnico y el aterrizaje de otro meta, Ruud Hesp, llegó a asegurar que trataría de competir por la titularidad tanto con Hesp como con Baía, acabó fichando por el Rayo Vallecano, club en el que terminaría colgando los guantes al término de la temporada 2001-2002. En su palmarés como futbolista figuran una Liga (ganada con el Madrid), una Copa del Rey y una Recopa (ganadas con el Barcelona) y tres Supercopas de España, dos como barcelonista y una como madridista.

Después de colgar los guantes, hizo sus pinitos como técnico en el Rayo Vallecano, aunque esa primera experiencia no fue muy positiva. Posteriormente, sería también técnico del Castilla y, actualmente, es el seleccionador español sub'21. Mucho antes de ello, en 2006, un inoportuno desmayo mientras colaboraba en un programa de La Sexta sobre el Mundial de Alemania lo colocaron de nuevo muy a su pesar, seguro, en la primera línea mediática. Quién sabe si, en ocasión, se vio también ahogado por la presión. El mismo factor que, en su momento, le privó de poner un broche de oro a una carrera que parecía del todo ascendente.

viernes, 27 de septiembre de 2013

El campeón iracundo: Pascal Olmeta


Un exceso de visceralidad puede costar muy caro. Carísimo. Lo mejor, siempre, es contar hasta diez y respirar hondo. Así, las ganas de partirle la cara a alguien suelen diluirse. Pero a Pascal Olmeta eso no le funcionó demasiado bien a finales de 1996. Se enzarzó con un compañero de equipo, en el Olympique de Lyon, Jean-Luc Sassus, y le dio dos puñetazos recién acabado un partido, en el túnel de vestuarios. Se habló mucho de los motivos. Hubo quien dijo que el meta no supo digerir bien la derrota encajada en casa el 20 de diciembre de ese año ante el Nantes. También, que quizás no le sentó demasiado bien que su supuesto colega rondara en su opinión demasiado a su novia. El resultado: Sassus fue cedido al Saint-Etienne. Olmeta, en cambio, fue puesto de patitas en la calle con la llegada del año nuevo. Tal vez no pudo evitar golpearle. Era así, impulsivo. A veces, en exceso. Y, en esa ocasión, las consecuencias fueron nefastas.

A sus 35 años (había nacido el 7 de abril de 1961 en Bastia), en la recta final de su carrera deportiva, se había convertido en todo un ídolo para la afición de Gerland (a pesar de algún que otro despropósito), tras llegar al conjunto lionés en 1993 procedente de otro Olympique, el de Marsella. Perteneció a la discilpina de ese club entre las temporadas 1990-91 y 1992-93. Él fue el encargado de defender la meta francesa en la final de la Copa de Europa de 1991, aquella que el OM disputó ante el Estrella Roja de Belgrado, y en la que vio cómo el trofeo se escurrió de sus manos en la tanda de penaltis. Para el conjunto de lo que entonces era todavía Yugoslavia, jugaron futbolistas como Mihajlovic, Prosinecki o Pancev. Entre los franceses, además de Olmeta, brillaban jugadores como Jean-Pierre Papin o Chris Waddle.

En 1993, el Olympique de Marsella consiguió resarcirse. Se proclamó campeón de Europa ante un Milan al que le había costado muy caro su desplante con los franceses en 1991 (perdía por 1-0 en Francia en el minuto 88 tras ceder un 1-1 en San Siro y se negó a continuar tras suspenderse el duelo por un apagón, lo que supuso para los rossoneri caer por 3-0 y ser apartados durante una temporada de las competiciones europeas). Papin, que había fichado por el conjunto italiano en el verano de 1992 buscando precisamente ese trofeo, se quedó con las ganas. Sólo de momento. Un año después, por fin lo tocaría, después de que el Milan arrasara al Barça de Cruyff en Atenas, aunque no estuvo en el once. Lo mismo que Olmeta 12 meses atrás. En su última temporada en Marsella, había sido desbancado del marco por un joven Fabien Barthez.

El OM había sido la quinta estación de su carrera deportiva, y en la que logró sus mayores éxitos, tras pasar por las filas del Vichy, el Bastia, el Sporting Toulon y el Racing de París (donde ya hizo cosas como éstas, a pesar de su pinta de cantante de glam rock). Tras su despido, buscó refugio en el Espanyol en1997, con escasa suerte. No llegó a disputar ningún encuentro de Liga, pero, tal y como muy amablemente me han indicado en un comentario, sí tuvo minutos en la Copa del Rey. Jugó ante el Deportivo, en Sarrià (duelo en el que fue expulsado por tocar el balón fuera del área y que se saldó con un 0-0 en el marcador y pase de los periquitos por su 2-2 en Riazor) en los octavos de final y ante Las Palmas, en la ida de los cuartos de final, un encuentro que acabaría también en empate sin goles. Su falta de minutos le llevó a acabar ese mismo año en las filas del Gazelec Ajaccio, donde colgaría los guantes como profesional en 1999.

El gusanillo del fútbol y la presencia de su buen amigo Eric Cantona (otro que a veces se pasaba de visceral) le llevó a jugar el Mundial de Fútbol playa de 2001, en el que su selección cayó ante Portugal en la final por un más que contundente 9-3. Con todo, Olmeta, aquel arquero veteranísimo que chupó banquillo en las filas del Espanyol, fue nombrado mejor meta del torneo. En 2004, tras decirle adiós al césped, se despidió también de la arena. Dos años después, en 2006, creó una fundación para proporcionar apoyo logístico y financiero a las familias de niños hospitalizados. Entre sus patronos, además de su amigo Cantona, destacan sir Alex Ferguson o la princesa Estefanía de Mónaco. El campeón iracundo, al fin y al cabo, tiene también su corazoncito.

jueves, 19 de septiembre de 2013

El primer experimento de Cruyff: Stanley Menzo


La imagen de Kenneth Vermeer bajo los palos del Ajax, en el duelo que el conjunto holandés disputó ante el Barcelona en el Camp Nou, saldado con clara victoria para los azulgrana (4-0), me llevó a la memoria el nombre de Stanley Menzo. Cómo no. Al contrario que el actual meta ajacied, nacido el 10 de enero de 1986 en Amsterdam, Menzo vio sus primeras luces en Paramaribo, Surinam, el 15 de octubre de 1963. Su primer equipo como profesional, en el que cosechó sus mayores éxitos, fue un Ajax al que se unió con tan sólo 19 años. Sus primeros años no fueron fáciles. Incluso, hubo de por medio una breve cesión al Haarlem. La llegada de Johan Cruyff como máximo responsable del equipo de Amsterdam, no obstante, fue para él todo un revulsivo.

Cruyff apostó por él como titular a partir de la temporada 85-86. Ya por aquel entonces, a pesar de que las normas que obligarían a los porteros a desenvolverse bien con el balón en los pies estaban aún bastante lejanas, el técnico ya creía firmemente en la necesidad de integrar a su portero en el juego colectivo del equipo. Por así decirlo, Menzo fue su pionero, algo que, desde luego, calaría hondo en la manera de entender el fútbol del Ajax. De ahí, seguro, que muchos no duden en citar a otro producto de esa prolífica cantera futbolística, Edwin van der Sar, como el referente de los porteros que saben acariciar el balón no sólo con los guantes, sino también con las botas. El origen de todo, no obstante, estuvo en Menzo.

El meta de origen surinamés consiguió un buen puñado de títulos en Amsterdam. Por mucho que su primer valedor, Johan Cruyff, tomara las riendas del Barcelona en la temporada 1988-89, se mantuvo como la primera opción para el Ajax durante casi una década. Allí sumó cuatro ligas, cuatro copas holandesas, una Recopa, en la temporada 86-87, y una Copa de la UEFA, en la campaña 91-92, su último trofeo internacional con la entidad ajacied. No estuvo demasiado fino para parar ni el primero ni el segundo de los dos goles del Torino en Italia, ambos obra de Casagrande, pero los dos tantos marcados por los suyos, el trallazo espectacular de Jonk y el penalti transformado por Petterson para adelantar momentáneamente a los suyos, permitieron que el empate sin goles registrado en la vuelta valiera el título para los holandeses, el primero con Louis van Gaal en el banquillo.

En 1994, dejó el Ajax para incorporarse a las filas del PSV, donde permanecería hasta 1996. Tras tres años en el Lierse, con otra breve cesión de por medio, en este caso al Girondins de Burdeos, regresó al Ajax en 1999 sólo por una temporada. Un año después de colgar aparentemente los guantes, no obstante, los recogió de nuevo en 2001 para ayudar al AGOVV Apeldoorn, un equipo amateur, a hacerse con el título de campeón de la cuarta categoría del fútbol neerlandés. Allí daría también sus primeros pasos como técnico, una carrera que lo ha llevado por varios caminos. Entre ellos, al de coincidir como asistente del ex azulgrana Albert Ferrer en las filas del Vitesse. Actualmente, Menzo es el mánager de otro de los equipos en los que jugó, el Lierse belga. Ésa, por el momento, es la última estación futbolística del portero que, hace casi tres décadas, fue el primer experimento de Johan Cruyff.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Amor de penalti: Urruti


Que nadie me malinterprete. Es posible que, con semejante titular, muchos se imaginen matrimonios forzados, a punta de escopeta y con la novia casi a punto de dar a luz. Vamos, lo que se conoce popularmente como "casarse de penalti". No pienso desviarme en absoluto de mi tema. Para nada. Lo que pasa es que, muchas veces, cuando un portero consigue una parada milagrosa ante un lanzamiento desde los once metros, que vale incluso la consecución de un título, no es de extrañar que el comentarista se deje llevar por las circunstancias. Incluso, que proclame a los cuatro vientos sus sentimientos. Francisco Javier González Urruticoechea, más conocido como Urruti en esto del fútbol, fue el protagonista de una eufórica declaración radiofónica, muy seguramente compartida por todos los aficionados barcelonistas. No en vano, se acción aseguraba matemáticamente un título de Liga para un Barcelona que llevaba entonces más de una década sin saborear ese triunfo.

La parada de Urruti, en el campo del Valladolid, permitió festejar de una vez un título que su equipo, de la mano del inglés Terry  Venables, llevaba mascando casi desde los primeros compases del campeonato, a pesar de haber traspasado en verano de 1984 a Diego Armando Maradona al Nápoles. Era, además, la cuarta temporada del portero en las filas del conjunto azulgrana. Nacido el 17 de febrero de 1952 en San Sebastián, su primer equipo como profesional, cómo no, fue la Real Sociedad, tras formarse inicialmente en las filas del Lengokoak. Debutó con los txuri-urdin en 1973 y permaneció en sus filas hasta 1978, cuando cambió de ciudad, pero no de colores. En este caso, defendiendo el blanco y el azul del Espanyol, club en el que pemanecería durante tres temporadas hasta que, como solía decirse en aquel entonces, cruzó la Diagonal para cambiar el estadio de la carretera de Sarrià por el Camp Nou.

Como barcelonista, tuvo la oportunidad de sumar multitud de trofeos a su palmarés: cuatro Copas del Rey, una Supercopa, una Copa de la Liga (una efímera competición que se disputó entre 1983 y 1986, impulsada por el ex presidente barcelonista Josep Lluís Núñez como una forma de conseguir más ingresos para los clubes) y esa celebradísima Liga de la temporada 1984-85. Los azulgrana, capaces incluso de derrotar al Real Madrid en el Bernabéu por un contundente 0-3, necesitaban rematar la faena con un triunfo para asegurarse el trofeo antes de que acabara el campeonato. Tras caer de penatlti a domicilio ante el Hércules, en la jornada 30, una nueva visita, en este caso al Valladolid, en Zorrilla, era la siguiente oportunidad. Los barcelonistas cumplieron con el guión y vencían por 1-2, hasta que el colegiado del encuentro, Victoriano Sánchez Arminio, señaló un penalti a favor de los locales en los instantes finales. Quedaban apenas dos minutos de partido. Parecía que la maldición iba a repetirse. Pero, en esta ocasión, Urruti detuvo el esférico. Y, con su acción, desató una sensación de euforia que muy bien supo transmitir Joaquim Maria Puyal.

El idilio del meta con las penas máximas se mantuvo en la lucha por la deseadísima Copa de Europa en la temporada 1985-86. Frente al Goteborg, en semifinales, tras caer por 3-0 en Suecia y firmar el mismo resultado en el Camp Nou, fue también del todo decisivo. En la final, ante el Steaua de Bucarest, en Sevilla, aunque consiguió detener dos lanzamientos del conjunto rumano, el héroe de la noche fue Helmut Ducadam, capaz de dejar su portería a cero incluso durante la fatídica tanda de penaltis.

Urruti fue todo un ídolo para la afición azulgrana. Con la llegada de Ando ni Zubizarreta, en 1986, no obstante, acabó relegado a la suplencia. Ganó un trofeo Zamora como barcelonista y estuvo presente en tres mundiales, pero no llegó a disputar ningún partido en el máximo torneo futbolístico. En total, sus apariciones defendiendo los colores de la Roja pueden contarse con los dedos de una mano. En 1988, dos años después de la llegada de Zubizarreta, colgó definitivamente los guantes como profesional. Tras su retirada, estuvo afiliado al partido Unió Democràtica e incluso fue candidato en unas elecciones al Parlamento Europeo. El 24 de mayo de 2001, tras ver con unos amigos por televisión cómo el Bayern de Múnich se imponía el Valencia en la final de la Champions en la tanda de penaltis, algo que él mismo había vivido sobre el césped con el Barcelona 15 años antes, falleció en un aparatoso accidente de coche en la barcelonesa Ronda de Dalt, a los 49 años de edad. Su recuerdo, desde luego, vivirá para siempre en la memoria de aquellos para cuya parada, como le pasó a Puyal, desató toda una oleada de amor de penalti.

martes, 3 de septiembre de 2013

Con guantes y casco: Petr Cech


El final del pasado mes de agosto, además de señalar para muchos la conclusión de sus vacaciones, nos ofreció también una final europea con fuerte protagonismo desde la portería. Manuel Neuer, en la tanda de penaltis, ayudado también por el mal lanzamiento de Lukaku (mira tú por dónde, cedido al Everton casi sobre la bocina), le dio al final la Supercopa de Europa al Bayern de Pep Guardiola. El trofeo acabó engrosando la lista de conquistas firmadas por el club bavarés en este 2013, por mucho que otro guardameta, Petr Cech, se esforzara en hacer casi lo imposible para que el título viajara a las vitrinas de un Chelsea que se ha reencontrado con Jose Mourinho.

Cech lleva casi una década defendiendo la portería de los blues, el puesto en el que, merecidamente, se ha ganado a pulso el derecho a estar considerado actualmente como no de los mejores arqueros del mundo. Antes, se encargó también de defender como profesional el marco del Rennes francés, del Sparta de Praga o del Chmel en su país de origen, la República Checa, lo que era aún la antigua Checoslovaquia en el momento de su nacimiento. El Viktoria de su Plzen natal, donde vio sus primeras luces el 20 de mayo de 1982, fue el club en el que dio sus primeros pasos como futoblista. Inicialmente, no obstante, como delantero. Su del todo impresionante 1,96 de estatura, desde luego, también le permitiría ser toda una referencia en punta, muy especialmente en los balones aéreos, si bien desde finales de 2006 quizás no es demasiado aconsejable para él que un balón impacte en su cabeza.

El 14 de octubre de 2006, Cech y Stephen Hunt, centrocampista del Reading, pugnaban por el control de un balón dentro del área. Apenas se habían cumplido 15 segundos del encuentro. El meta se hizo con el esférico, pero se llevó un fuerte golpe en la cabeza, al sufrir el impacto de la rodilla del contrario. El diagnóstico fue realmente grave: fractura de cráneo con hundimiento que precisó de una intervención quirúrgica para ser corregida. Los médicos incluso señalaron que el checo podría haber perdido la vida en ese lance del juego. Su sustituto bajo los palos, Cudicini, también se llevó un fuerte golpe en los instantes finales del duelo, con lo que el encargado de defender la portería hasta el que el árbitro hiciera sonar por última vez su silbato sería el defensa John Terry.

La lesión fue especialmente complicada para Petr Cech. La estructura ósea de su cráneo no es tan robusta como la de prácticamente cualquier otra persona. Y eso tiene una explicación: es trillizo. Actualmente, no obstante, de ese trío sólo sobreviven él y su hermana Sarka. Michal, el tercero, falleció cuando sólo tenía dos años a causa de una infección cerebral. Además, tiene otra hermana mayor, Marketa. La gravedad de su lesión le obligó a introducir en su indumentaria un complemento muy poco habitual en el fútbol, más propio del rugby: un casco protector. Algo que, con el paso de los años, se ha convertido en parte del todo indisociable de su imagen. Incluso en los videojuegos actuales, tan atentos a los detalles como para reproducir incluso la marca y el modelo de los guantes que usan la mayoría de los metas presentes en sus bases de datos, no dudan en representarlo perfectamente ataviado con su obligada protección.

La gravedad de su lesión y el riesgo que supone jugar de portero no le han apartado de su puesto. En absoluto. Y, desde luego, ha seguido firmando paradas del todo impresionantes. Su palmarés con el Chelsea no está nada mal. Hasta el momento, suma, entre otros títulos, tres ligas y tres copas inglesas, una Europa League y una Liga de Campeones. A buen seguro, aspira a aumentar su colección en los próximos años. En su caso, defendiendo la portería con guantes y casco.

viernes, 2 de agosto de 2013

El héroe de Sevilla: Santi Cañizares


Encontrar la imagen que buscaba de este portero para ilustrar esta historia ha sido más arduo de lo que me esperaba. No en vano, la foto que mejor podría ilustrar este momento tiene casi 20 años. En ella tiene cara de crío y, cosas de la vida, todavía conserva su color de pelo natural. En años venideros, se lo teñiría de rubio pollo, las más de las veces, ya hasta de rojo. Por aquel entonces, no obstante, no era más que un crío que no tenía ni idea, muy seguramente, del estreno internacional que le esperaba.

Santi Cañizares había saboreado el oro en Barcelona 92, pero viendo los toros desde la barrera. El encargado de defender la portería a lo largo de la fase final del torneo de fútbol en la cita olímpica fue Toni Jiménez. Tras iniciarse en esto del fútbol en su Puertollano natal, pasó a las filas del Real Madrid. No obstante, en un primer momento, el club que acabaría de pulir sus cualidades no supo ver en él el diamante en bruto que era. De ahí que, tras pasar por las filas del Cornellà, el Puertollano, el Elche y el Mérida, acabara jugando en el Celta, conjunto al que se incorporó, precisamente, en el año en que se celebraron los que Juan Antonio Samaranch calificó entonces como "los mejores juegos de la historia". En el conjunto vigués tuvo un paso del todo fulgurante. Desde el principio. Por ello, no es extraño que el entonces seleccionador español, Javier Clemente, apostara por llevárselo como segundo de Zubizarreta para un decisivo partido que España debía jugar con Dinamarca el 17 de noviembre de 1993.

Julen Lopetegui, quien se había encargado habitualmente de cubrirle las espaldas al entonces portero barcelonista, era baja a causa de una más que inoportuna lumbalgia. La selección española se jugaba su presencia en el Mundial de Estados Unidos ante la vigente campeona de Europa, la Dinamarca en la que brillaban los hermanos Michael y Brian Laudrup o el gigantón Peter Schmeichel. Para asegurarse el puesto, sólo valía la victoria. La tensión, en el césped del estadio Sánchez Pizjuán, casi podía cortarse con un cuchillo. A los diez minutos, cayó todo un jarro de agua fría. Zubi, tras cometer un fallo en el juego con los pies y entregarle el balón a Michael Laudrup, se vio obligado a hacer falta. Cómo no, la tarjeta roja fue de libro. Cañizares, casi sin calentar, tuvo que saltar al césped. Lo que pasó a partir de ese momento, sólo puede calificarse como el partido con el que sueñan todos los porteros.

El joven arquero, aún con 23 años (cumpliría los 24 el 18 de diciembre) firmó todo un recital en su estreno con la selección absoluta. Desde el primer balón realmente comprometido. En la primera parte, no obstante, los daneses tampoco inquietarían mucho más su marco. Con un hombre más sobre el césped, sabían que el tiempo corría a su favor. La segunda mitad sería muy diferente. Desde casi el principio. La más espectacular: una genial estirada para evitar un remate de chilena de Christensen, aunque la jugada estaba invalidada por falta. Al final, un gol de Hierro, que aprovechó perfectamente el hecho de que Bakero estorbara lo suficiente a Schmeichel en su salida, fue suficiente para darle el triunfo a la selección española. Con la derrota, Dinamarca se quedaba sin Mundial. Irlanda empataba con Irlanda del Norte y, por mucho que los daneses hubieran empatado a domicilio con los futbolistas de Eire (1-1) tras apuntarse un 0-0 en Dinamarca, el mayor número de goles anotados decantó la balanza a favor de Irlanda (la diferencia de tantos era la misma). Los Laudrup y compañía tendrían que ver la cita mundialista por televisión. Algo que le pasaría al propio Cañizares en 2002, tras sufrir un aparatoso corte en un dedo del pie con un bote de colonia, según se publicó en aquel entonces.

Ocho años antes vivió su debut en un Mundial. El primer partido de España en tierras estadounidenses, ante Corea del Sur, lo jugó Cañizares. Zubizarreta era baja por sanción. Tras otro gran año en el Celta, el meta regresaba a la disciplina del Real Madrid, donde no tuvo demasiada continuidad. Entre 1994 y 1998, sumó a su palmarés dos Ligas, una Supercopa de España y una Liga de Campeones, en este caso con Illgner bajo los palos. El Valencia, deseoso de tomarse la revancha con el Madrid tras el fichaje de Mijatovic, vio en la contratación del arquero su venganza soñada. En sus filas, el portero sumaría dos Ligas, dos Copas del Rey, una Supercopa española, una Copa de la UEFA y una Supercopa de Europa. No obstante, la máxima gloria europea se le resistió, por mucho que llegara a jugar dos finales consecutivas. El Madrid, con un contundente 3-0, en 2000, y el Bayern de Múnich, tras una cruel tanda de penaltis, le privaron de ello. Aunque ya había parado uno en el tiempo reglamentario, Kahn acabó teniendo más acierto, a pesar de los intentos del meta español por perturbar el tino de sus lanzadores.

En 2008, con la llegada de Ronald Koeman al banquillo del Valencia, se vio apartado del equipo, si bien la destitución del ex defensa holandés del Barcelona acabaría por devolverle la titularidad de la mano del ex valencianista Voro. No obstante, acabada la campaña, rescindió su contrato y acabaría colgando los guantes ese mismo año. Tras su retirada, ha probado suerte con el mundo del motor. En 2012, además, la tecnología le jugó aparentemente una mala pasada, al publicar en Twitter una imagen de su esposa en la intimidad de su baño. Entre sus muchas facetas, está también la de comentarista deportivo. Pero, para la gran mayoría de los aficionados, Cañizares será para siempre el héroe de Sevilla.  

viernes, 26 de julio de 2013

El valor del sacrificio: Fabio Coltorti


El portero es el gran especialista de un equipo de fútbol, el único que puede usar las manos para hacerse con el balón, siempre y cuando lo haga dentro de su propia área. Según el reglamento, es el único cuya lesión debe provocar que se detenga el juego: no se puede jugar sin portero. Si se lesiona y ya se han efectuado todos los cambios, mal asunto. Por eso, no es de extrañar que muchos equipos tengan porteros de urgencia. Normalmente, defensas. Nombres como los de Carles Puyol, en el caso del Barcelona, o Sergio Ramos, en el caso del Real Madrid. Pero, a veces, la situación es demasiado delicada como para poner a un jugador de campo bajo los palos, para quedarse con uno menos. Y ahí entra en juego el coraje del meta. A veces, rozando incluso la temeridad. Desde hace muchos años, se habla del gol del cojo. Quizás, siguiendo con ese símil, también se puede hablar de la parada del manco.

Que se lo digan a Fabio Coltorti. Este meta suizo, nacido el 3 de diciembre de 1980 en Kriens y que tuvo un paso irregular por las filas del Racing de Santander entre 2007 y 2011, tuvo que tomar una dolorosa decisión mientras defendía la portería del Lausana. En los instantes finales de un partido bastante movido, en el que los suyos iban mandando en el marcador por 1-3 ante los Young Boys, tuvo la desgracia de romperse el meñique de la mano derecha. Sabedor de que, quizás, su ausencia podía descentrar a los suyos, pidió que le enderezaran de la mejor manera la fractura y siguió bajo los palos. Las imágenes, aunque no aptas para aprensivos, son de lo más elocuentes.

Sus compañeros supieron corresponder a su gesto. Perfectamente. En los instantes finales, del partido, y tras su arriesgada apuesta, el portero no tuvo que enfrentarse a ningún disparo. Pese a su ya mencionada irregularidad, quizás el subidón de adrenalilna provocado por la situación le habría permitido firmar alguna que otra gran actuación, como había hecho antaño. Para alivio de sus médicos (y a buen seguro también de él mismo), no le fue necesario llegar a ese extremo. Actualmente, tras su ya mencionado paso por el Racing y el Lausana, continúa la carrera que se fraguó en el Kriens, el Schaffhaussen, el Thun y el Grasshoppers en las filas del Leipzig. Sus actuales compañeros de vestuario, desde luego, pueden estar seguros de una cosa: Coltorti conoce el valor del sacrificio y tiene el coraje necesario para llevarlo a cabo. Aunque no tuviera que intervenir, su desafío al dolor espoleó a los suyos. Paró a sus rivales. Sin usar las manos.

jueves, 18 de julio de 2013

A ritmo de rock: Germán Burgos


Desde mi humilde punto de vista, la manera de entender la vida de un portero tiene mucho que ver con la que podría tener una estrella del rock más duro. Individualismo, rebeldía (¿a quién se le ocurre dedicarse a frustrar lo que, por definición, es el objetivo último del fútbol?), un carácter fuerte y, por qué no decirlo, a veces una cierta tendencia autodestructiva (lanzarse a los pies de un delantero o intentar frenar completamente un objeto esférico que se acerca a veces a 100 kilometros por hora serían algunos ejemplos de ello) son características que se pueden encontrar en ambos casos. Los dos, además, se crecen cuando se ven rodeados de focos y, si bien unos más que otros, es cierto, arrastran auténticas pasiones.

Por todo ello, no creo que sea muy raro que haya más de un guardameta que se deje seducir por los ritmos más salvajes. Víctor Valdés, por ejemplo, se declaró ya hace tiempo seguidor de AC/DC. David de Gea, mientras, no dudaba en mostrar a través de su cuenta de Twitter esta misma semana sus preferencias musicales, igual de contundentes. Que yo sepa, a ninguno le ha dado por coger un micro y plantarse encima de un escenario. Algo que sí ha estado haciendo el argentino Germán Burgos.

Nacido el 16 de abril de 1969 en Mar del Plata, y conocido futbolísticamente como El Mono, Burgos debutó como profesional en 1989 en Ferro Carril Oeste, club en el que permanecería durante cinco temporadas para pasar después a River Plate, entidad con la que consiguió sus mayores triunfos: cuatro torneos Apertura, un Clausura, la Copa Libertadores y la Supercopa Sudamericana. En 1999, cruzó el charco para incorporarse a las filas del Mallorca, su primer club en la Liga española. Tras un par de campañas, fichó por el Atlético de Madrid en 2001. Su carisma lo convirtió en uno de los símbolos del club colchonero, que había descendido a los infiernos de la Segunda División al acabar la temporada 1999-2000 y que lograría regresar a la máxima categoría del fútbol español con el argentino bajo palos. No es de extrañar que él, precisamente, fuera el protagonista de la campaña con la que se celebró el ascenso.

Como portero, desde luego, Burgos tenía muy grandes argumentos. Las notas que acompañan sus intervenciones en el vídeo, además, son de una de sus canciones, Bailando con la muerte. Algo que él mismo vivió muy de cerca en 2003. Tras diagnosticársele un cáncer de riñón, tuvo que dejar momentáneamente la práctica del fútbol para someterse a un tratamiento que resultó del todo exitoso. En 2004, no obstante, se decidió a colgar los guantes. Según dijo él mismo, tras matar al futbolista, era momento de dar paso del todo al rockero. The Garb, por sus iniciales, es el nombre de su última formación. Una de las anteriores había llevado el nombre de Simpatía, en referencia a la canción de los Rolling Stones Sympathy for the Devil.

Pero el gusanillo del fútbol seguía ahí. Ya se sabe. Como los rockeros, los viejos porteros nunca mueren. Esta vez, no obstante, cambió los guantes por el banquillo. Tras pasar por las filas del Racing de Avellaneda con Diego Simeone, se sumó a su aventura como técnico en el Atlético. Una aventura más que fructífera: por ahora, suma una Copa del Rey, una Supercopa de Europa y una Copa de la UEFA. Y, desde luego, sigue teniendo mucho carácter. Muchísimo. Durante un derbi con el Real Madrid, no dudó en encararse con el portugués José Mourinho lanzándole un desafiante "yo no soy Tito, yo te arranco la cabeza", en referencia al tristemente famoso incidente entre el luso y el actual primer entrenador del Barcelona. Muy posiblemente, le gusta vivir su vida como entrenador tal y como lo hacía como futbolista: a ritmo de rock.

jueves, 11 de julio de 2013

El dulce sabor de la venganza: Roberto Bonano


Para un portero, un penalti en contra es un caramelo... Envenenado. Nadie le reprochará que el balón acabé besando las redes de su portería. Se considera que el que lo lanza tiene todos los ases en la manga. El que tiene que pararlo, o por lo menos intentarlo, en cambio, tiene estadísticamente pocas opciones para lograrlo. Pero, más allá del cálculo de probabilidades, un penalti encajado no deja de ser un tanto encajado. Algo que a cualquier guardameta le duele más que cualquier balonazo. Por eso, no es extraño que, tal vez, ansíe vengarse. Sobre todo, si quien le ha batido es un colega.

El argentino Roberto Bonano, portero, entre otros, del River Plate y del Barcelona, pudo cobrarse esa suerte deuda. Por partida doble. José Luis Chilavert, guardameta paraguayo y gran especialista en el balón parado (a lo largo de su carrera consiguió más de 60 goles en partidos oficiales), fue a la vez su retador, su verdugo y su víctima. La Copa Mercosur, el escenario. Los detalles parecen casi sacados de un breve cuento futbolístico, como el que tal vez habría escrito su admirado Roberto Fontanerrosa, pero son reales. Cómo no, los dejaremos para el final.

Nacido el 24 de enero de 1970 en Rosario, Bonano se estrenó como profesional en las filas del Rosario Central en 1996. De su etapa en el club rosarino, según ha explicado él mismo, le causaría una profundísima impresión un fuerte choque con el delantero Juan Antonio Pizzi, que le costaría finalmente al atacante la pérdida de un riñón. Pizzi, lejos de renunciar a la práctica de este deporte, desarrolló una más que prolifica carrera con esta particularidad, pasando por las filas de clubes como el Tenerife, el Valencia, el River Plate, el Villarreal, el Oporto o el Barcelona, con el que conseguiría un tanto del todo providencial.

El propio Bonano también pasaría por las filas del Barcelona, club por el que fichó en 2001 y que necesitaba por aquel entonces asegurar bien su portería. No obstante, su paso no puede describirse como memorable, por mucho que dejara alguna que otra muestra de su calidad. Si bien fue titular en su primera temporada, en la segunda, con la irrupción de un jovencísimo Víctor Valdés, se vería relegado a la suplencia hasta que el de L'Hospitalet protagonizó su enfrentamiento con Van Gaal. Volvería a la portería tras ese incidente, pero, con la salida del técnico holandés y la llegada de Antic, a la postre sería Valdés de nuevo el propietario de la titularidad. El fichaje de Rustu, en 2003, lo dejó sin ficha, y acabaría incorporándose al Murcia, de donde pasaría posteriormente al Alavés, su último club como profesional, donde colgaría los guantes con 39 años.

Antes de dar su salto a Europa, no obstante, el meta argentino vivió los mejores años de su carrera en las filas de River Plate entre los años 1996 y 2001, entidad con la que conquistó tres torneos Apertura y dos Clausura de la Liga Argentina, así como una Copa Conmebol, una Copa Libertadores y una Supercopa Sudamericana. Incluso, marcó un gol defendiendo su camiseta. Cómo no, de penalti. Fue en la primera jornada de la Copa Mercosur, el 1 de agosto del año 2000. Aparentemente, Chilavert, un meta con una trabajada fama de fanfarrón, había puesto en cuestión sus cualidades. Quién sabe si se acordaba de una gran parada que le había hecho en 1999 y quería descentrarlo. El paraguayo empató de penalti el marcador cuando corría el minuto 38 de la primera parte, tras un tanto inicial de Leonel Gancedo. En la segunda mitad, Bonano insistió en lanzar él mismo otra pena máxima. Decisiva. Marcar podía poner otra vez en ventaja a su equipo. No le tembló el pulso y pudo paladear el dulce sabor de la venganza. Y de la victoria. River acabó ganando el duelo por 2-1.


jueves, 4 de julio de 2013

El goleador infiltrado: Rogério Ceni


Hace algunos años, una conocida marca de refrescos se metía en la cabeza de un portero que se preguntaba qué se siente al marcar un gol. Al final del anuncio, se decidía a correr y probar suerte, pero dejando en manos del espectador si logró o no el tanto, si alcanzó a paladear esa sensación. Una sensación que Jorge Campos, por ejemplo, conoce muy bien, aunque antes de marcar renunciaba a su puesto bajo los palos. Otros, en cambio, prefieren saborear ese momento sin dejar de lado los guantes. A veces, son soluciones de emergencia para casos desesperados, como bien lo saben Andrés Palop o Daniel Aranzubia, por citar dos acciones muy próximas para el aficionado a la Liga española. En otras ocasiones, en cambio, el meta se convierte en todo un experto en batir a sus homólogos en jugadas a balón parado, ya sea desde el punto de penalti o con un medido lanzamiento de falta. Ésa, en este caso, es la especialidad que mejor domina el veteranísimo Rogério Ceni, quien ya ha superado con creces el centenar de tantos marcados a lo largo de su longeva carrera deportiva.

El número 100, el que celebra en la imagen que se encuentra sobre estas líneas, tuvo una carga emotiva especial. No sólo por ser el centenario, sino también por cuál fue el rival que tuvo el, digámoslo así, honor de encajarlo: el Corinthians. Además, el tanto del arquero, tras la perfecta ejecución de un libre directo, sirvió para darle el triunfo a su equipo, que andaba entonces con 1-1 en el luminoso. Si alguien le apetece ver los 99 anteriores, aquí le dejo este enlace. La mayoría, cómo no, son desde el punto de penalti. Uno de los últimos, también lo ha anotado de esta manera. Curiosamente, otra vez contra el Corinthians. De forma mucho más plástica: a lo Panenka. Luego, eso sí, casi le pide perdón a su colega... Cosas de porteros...

Pero Rogério, nacido el 22 de enero de 1970 en Pato Branco, una localidad del estado de Paraná, perteneciente a la región sur del país, no sólo sabe marcar goles. Sólo faltaría. Tampoco se le da mal pararlos, por mucho que sea más que difícil encontrar recopilaciones de sus paradas en las que no se haga referencia también a sus goles. No en vano, lleva ya más de 20 años vistiendo los colores del Sao Paulo, cuya portería ya ha defendido en más de 1.000 ocasiones. Lleva en el club paulista desde 1990, tras pasar brevemente por el Sinop. Durante seis años, no obstante, estuvo a la sombra de otro de los grandes mitos que han defendido los tres palos del club brasileño, Zetti, titular hasta 1996, cuando se consumó su marcha al Santos.

Entre los títulos que ha conseguido este veterano arquero, se cuentan entre otros tres campeonatos brasileños, tres ligas paulistas, dos Copas Libertadores, una Intercontinental, conquistada ante el Milan en 1993, aunque con Zetti bajo los palos, reeditando el triunfo conseguido un año antes frente al Barcelona, o un Mundial de Clubes. Con la canarinha, cuya elástica llegó a defender en 16 ocasiones, se proclamó además campeón del mundo en el Mundial de Corea y Japón, si bien no llegó a jugar ningún partido. Marcos, compañero de quinta y portero del Palmeiras, fue en ese torneo el titular indiscutible para el entonces también seleccionador brasileño, Luis Felipe Scolari.. También cuenta con la Copa Confederaciones de 1997, si bien en ese caso Dida era inicialmente la primera opción bajo los palos.

A sus más de 40 años, Rogério sigue al pie del cañón. Asegura que tiene el espíritu competitivo de un chaval de 18. Además, en el vestuario es todo un referente. Como muestra, el discurso que pronunció ante sus compañeros antes de medirse al Atlético Mineiro de Ronaldinho en la Copa Libertadores en un duelo del todo decisivo. "Sólo depende de nosotros. Yo sé que creéis en Diós, ¿Acaso no creéis en Diós todos vosotros? Es el momento de subir al campo y ver a esos tipos allí arriba. Mirad hacia arriba, contemplad la oportunidad que Diós os ha dado en la vida a cada uno de vosotros. Como equipo, como ser humano, como hombre, como padre. Mirad la oportunidad que Diós está dando a cada uno de vosotros. Es el momento para hacer historia, para escribir nuestra historia", vino a decirles. Su inspiración valió un importante triunfo por 2-0 que les permitió acceder a la segunda fase del torneo. Gol de Rogério, de penalty, incluido. Semanas después, no obstante, el conjunto del Gaucho se cobraría su venganza, apeándolos del torneo en los octavos de final. Pero, por el momento, Rogério, un maestro en el balón parado, el goleador infiltrado que aprendió a batir a sus colegas enguantados defendiendo también la portería, quiere seguir haciendo historia.

jueves, 27 de junio de 2013

El muro de mármol: Gianluigi Buffon


Un tipo que nace en Carrara y que se decide por meterse a futbolista está predestinado, por así decirlo, a ser de lo más duro. Y quién sabe si también a protagonizar gestas dignas de hacerle una estatua. No hay que olvidar que el mármol de esta localidad italiana es quizás el más apreciado del mundo, el material con el que se esculpieron obras como el David de Miguel Ángel. Nuestro siguiente protagonista, el actual portero de la selección italiana y de la Juventus, Gianluigi Buffon, reúne sin duda las condiciones para ello. De familia deportista (sus padres se dedicaron al lanzamiento de peso y sus hermanas son jugadoras de voleibol) y onsiderado uno de los mejores porteros de todos los tiempos, con una impresionante planta que casi roza los dos metros y una agilidad felina, ha dejado sobre el terreno de juego incontables intervenciones dignas de un monumento.

A sus 35 años, cumplidos el pasado 28 de enero, Buffon cuenta con un palmarés admirable, al que sólo le falta la Liga de Campeones. El 28 de mayo de 2003 tuvo la oportunidad de rozarla con la punta de los dedos. En Old Trafford, se disputaba una final italiana, entre la Juventus, el segundo y en apariencia último club de la carrera del meta, y el Milan. El duelo, cómo no, con un Dida en plena forma en la meta rossonera y un Buffon tan infranqueable como de costumbre en la bianconera, se marchó irremisiblemente a la tanda de penaltis. Allí, el que fuera arquero brasileño del club lombardo se mostró más atinado que el juventino, por mucho que el espigado arquero se marcara sin duda la parada más espectacular de la velada a tiro de Seedorf.

Por mucho que se hubiera acostumbrado a coleccionar títulos con la Juve en Italia, Europa se resistía. Antes de aterrizar en Dell Alpi, no obstante, ya había experimentado que se siente al ganar un trofeo continental. Tanto con la selección, con el Europeo sub'21 alcanzado en 1996 en el Estadio Olímpico de Barcelona, si bien como suplente de Pagotto, como con su primer club, el Parma, con el que conquistó la Copa de la UEFA en 1999 tras imponerse en la final al Olympique de Marsella por un contuntende 3-0. Un año dorado, en el que sumó además la Copa y la Supercopa de Italia. En Parma, precisamente, protagonizó una de sus primeras polémicas. Fue acusado de antisemita y neonazi por querer llevar el dorsal 88, argumentando en su caso que le harían falta "dos pares de pelotas" para afrontar la temporada. Al final, eligió otro dorsal curioso, el 77. ¿El motivo? Según dijo, por que ese número simbolizaba "las piernas de las mujeres". En 2001, tras un trapaso récord, por unos 50 millones de euros, se incorporó a las filas de la Juventus como reemplazo de otro mito, Van der Sar, traspasado ese verano al Fulham.

Muchas veces, sus incontables seguidores preferirían que el bueno de Gianluigi fuera mudo. Incluso, celebró el triunfo del Milan en el Bernabéu en 2009 asegurando que "el Madrid todos los años da una o dos alegrías a los italianos". De lo que no cabe duda alguna es de su lealtad. En 2006, con el descenso obligado de categoría de la Juventus por un escándalo de arreglo de partidos, el meta fue de los pocos que apostó por no cambiar de aires. Un gesto que fue agradecido por la entidad publicando un anuncio a toda página en los principales diarios italianos. "Tu camiseta dice quién eres". El número 1. En Turín, el meta se dejó de experimentos raros. Con la caída a los infiernos del club bianconero, y como campeón del Mundo, tras la victoria de Italia ante Francia en el Mundial de Alemania, a Buffon no le habría costado demasiado encontrar destino. Pero se quedó. Decidió ser el muro de mármol de la Juve. Uno de los grandes argumentos con el que el club turinés ha logrado los dos últimos campeonatos del Calcio.

jueves, 20 de junio de 2013

El portero que despistó con el baile de San Vito: Bruce Grobbelaar


El penalti es una jugada muy curiosa en el fútbol. El portero no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Para el que lo lanza, en cambio, la presión puede ser del todo inaguantable. No es nada raro que los guardametas recurran a todo tipo de artimañas para poner, si cabe, incluso aún más nerviosos a los tipos que van a tratar de batirlos desde los 11 metros. Esos "truquitos" alcanzan desde la típica mirada desafiante, a un palmo de las narices del otro hasta decirle con gestos ostentosos al rival hacia dónde se van a tirar para pararlo. Y a veces, funcionan. Que se lo digan al azulgrana José Manuel Pinto, por ejemplo.

Quizás, quien más exageró con todo esto de la guerra psicológica fue el tipo que se encuentra sobre estas líneas: Bruce Grobbelaar. Los aficionados de la Roma se acordarán mucho de él. Seguro. Tanto como los del Liverpool, el club con el que vivió sus mayores éxitos. El motivo: la final de la Copa de Europa de 1984. Italianos e ingleses se medían sobre el césped del Olímpico de Roma. Se ve que eso de jugar una final en casa no suele sentar demasiado bien... El partido, con un al final inamovible 1-1, se fue a la tanda de penaltis. Y ahí se desató el show del meta "red". En primer lugar, sonriente, fingió que se comía la red, para acabar logrando que el encargado de ejecutar el, lanzamiento fallara. La papeleta, despúes de que Nicol marrara el primero de todos, tenía lo suyo.

Pero, no contento con su primera "actuación", y después de una actitud mucho menos histriónica en el tercer lanzamiento italiano, apostó por exagerar incluso aún más para enfrentarse al cuarto. Directamente, le dio el baile de San Vito... Y el contrario, otra vez, envió el balón a las nubes. Todo dependía ya en ese momento de la sangre fría de Allan Kennedy. Su lanzamiento se estrelló en el fondo de las mallas y los jugadores del Liverpool, entre ellos un tal Michael Robinson, pudieron alzar finalmente el trofeo.

Con 26 años, Grobbelaar había llegado a la culminación de su sueño de niño. Nacido en Durban, Sudáfrica, el 6 de octubre de 1957, siempre había querido ser portero, a pesar de que sus buenas maneras con el criquet le llevaran incluso a ganarse una beca de béisbol en los Estados Unidos. En Norteamérica, precisamente, pero en Canadá, dio sus primeros pasos serios como futbolista profesional. Mucho antes, ya había jugado con los Highlanders en Rhodesia, su primera patria de adopción, para la que llegó a jugar un amistoso con su selección. Otro de sus siguientes equipos, en Sudáfica, sería el Durban, que acabaría abandonando paradójicamente por sentirse discriminado. En una Sudáfrica en pleno apartheid, lamentó ser dejado de lado en un equipo mayoritariamente formado por jugadores de raza negra.

Tras un paso con pocas oportunidades por los Vancouver Whitecaps, que incluso lo cedieron al Crewe Alexandra inglés, acabó aterrizando en el Liverpool, el club con el que viviría sus mayores éxitos. Allí sumaría, entre otros trofeos, seis ligas, tres Copas y la Copa de Europa de 1984. También, allí viviría, de primera mano, la trágica final de Heysel, que provocaría la ausencia por sanción de los clubes ingleses en competiciones europeas durante cinco años, seis, en el caso del Liverpool, si bien el castigo inicial de la UEFA en el caso de los "reds" había sido de toda una década.

Grobbelaar, quien defendería la portería de la selección de Zimbabue, su otro país de adopción, por un buen puñado de tiempo, prolongó también su carrera en activo hasta más allá del medio siglo, pasando por las filas, entre otros, del Stoke City (como cedido por el Liverpool en sus últimos tiempos en Anfield, en este caso), el Plymouth o el Southampton, donde fue acusado de amañar partidos tras hacerse público un vídeo en el que hablaba de esa posibilidad. Si bien alegó que lo que intentaba era reunir pruebas contra esa práctica y al final de un proceso convulso no fue encontrado culpable de cargo alguno, el resultado su posterior demanda por libelo contra The Sun, el periódico que publicó tan graves acusaciones, no fue precisamente positivo. Aunque inicialmente ganó y se le pagaron 85.000 libras, en el posterior recurso del tabloide a los lords se condenó  al medio a pagarle una libra, el mínimo.. pero los costes judiciales cifrados en más de medio millón, se le cargaron al jugador, al observar los juristas indicios de deshonestidad. No pudo pagar y se declaro en bancarrota, pero tiempo después, en 2009, hasta se permitió protagonizar un anuncio bromeando al respecto... Eso sí, con su particular tembleque de piernas de por medio.

El meta mantiene su carisma intacto entre la afición del Liverpool. Incluso, abandonó momentáneamente su retiro en 2007 para jugar en el Glasshoughton Welfare, equipo de la localidad en que residía, acuciado por graves problemas económicos. Según dicen, estuvo a seis minutos de dejar su portería a cero. Ignoro si, en algún momento, para ello, Grobbelaar fue otra vez el portero que despistó con el baile de San Vito. Pero, a decir verdad, tampoco me extrañaría demasiado...