jueves, 20 de junio de 2013

El portero que despistó con el baile de San Vito: Bruce Grobbelaar


El penalti es una jugada muy curiosa en el fútbol. El portero no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Para el que lo lanza, en cambio, la presión puede ser del todo inaguantable. No es nada raro que los guardametas recurran a todo tipo de artimañas para poner, si cabe, incluso aún más nerviosos a los tipos que van a tratar de batirlos desde los 11 metros. Esos "truquitos" alcanzan desde la típica mirada desafiante, a un palmo de las narices del otro hasta decirle con gestos ostentosos al rival hacia dónde se van a tirar para pararlo. Y a veces, funcionan. Que se lo digan al azulgrana José Manuel Pinto, por ejemplo.

Quizás, quien más exageró con todo esto de la guerra psicológica fue el tipo que se encuentra sobre estas líneas: Bruce Grobbelaar. Los aficionados de la Roma se acordarán mucho de él. Seguro. Tanto como los del Liverpool, el club con el que vivió sus mayores éxitos. El motivo: la final de la Copa de Europa de 1984. Italianos e ingleses se medían sobre el césped del Olímpico de Roma. Se ve que eso de jugar una final en casa no suele sentar demasiado bien... El partido, con un al final inamovible 1-1, se fue a la tanda de penaltis. Y ahí se desató el show del meta "red". En primer lugar, sonriente, fingió que se comía la red, para acabar logrando que el encargado de ejecutar el, lanzamiento fallara. La papeleta, despúes de que Nicol marrara el primero de todos, tenía lo suyo.

Pero, no contento con su primera "actuación", y después de una actitud mucho menos histriónica en el tercer lanzamiento italiano, apostó por exagerar incluso aún más para enfrentarse al cuarto. Directamente, le dio el baile de San Vito... Y el contrario, otra vez, envió el balón a las nubes. Todo dependía ya en ese momento de la sangre fría de Allan Kennedy. Su lanzamiento se estrelló en el fondo de las mallas y los jugadores del Liverpool, entre ellos un tal Michael Robinson, pudieron alzar finalmente el trofeo.

Con 26 años, Grobbelaar había llegado a la culminación de su sueño de niño. Nacido en Durban, Sudáfrica, el 6 de octubre de 1957, siempre había querido ser portero, a pesar de que sus buenas maneras con el criquet le llevaran incluso a ganarse una beca de béisbol en los Estados Unidos. En Norteamérica, precisamente, pero en Canadá, dio sus primeros pasos serios como futbolista profesional. Mucho antes, ya había jugado con los Highlanders en Rhodesia, su primera patria de adopción, para la que llegó a jugar un amistoso con su selección. Otro de sus siguientes equipos, en Sudáfica, sería el Durban, que acabaría abandonando paradójicamente por sentirse discriminado. En una Sudáfrica en pleno apartheid, lamentó ser dejado de lado en un equipo mayoritariamente formado por jugadores de raza negra.

Tras un paso con pocas oportunidades por los Vancouver Whitecaps, que incluso lo cedieron al Crewe Alexandra inglés, acabó aterrizando en el Liverpool, el club con el que viviría sus mayores éxitos. Allí sumaría, entre otros trofeos, seis ligas, tres Copas y la Copa de Europa de 1984. También, allí viviría, de primera mano, la trágica final de Heysel, que provocaría la ausencia por sanción de los clubes ingleses en competiciones europeas durante cinco años, seis, en el caso del Liverpool, si bien el castigo inicial de la UEFA en el caso de los "reds" había sido de toda una década.

Grobbelaar, quien defendería la portería de la selección de Zimbabue, su otro país de adopción, por un buen puñado de tiempo, prolongó también su carrera en activo hasta más allá del medio siglo, pasando por las filas, entre otros, del Stoke City (como cedido por el Liverpool en sus últimos tiempos en Anfield, en este caso), el Plymouth o el Southampton, donde fue acusado de amañar partidos tras hacerse público un vídeo en el que hablaba de esa posibilidad. Si bien alegó que lo que intentaba era reunir pruebas contra esa práctica y al final de un proceso convulso no fue encontrado culpable de cargo alguno, el resultado su posterior demanda por libelo contra The Sun, el periódico que publicó tan graves acusaciones, no fue precisamente positivo. Aunque inicialmente ganó y se le pagaron 85.000 libras, en el posterior recurso del tabloide a los lords se condenó  al medio a pagarle una libra, el mínimo.. pero los costes judiciales cifrados en más de medio millón, se le cargaron al jugador, al observar los juristas indicios de deshonestidad. No pudo pagar y se declaro en bancarrota, pero tiempo después, en 2009, hasta se permitió protagonizar un anuncio bromeando al respecto... Eso sí, con su particular tembleque de piernas de por medio.

El meta mantiene su carisma intacto entre la afición del Liverpool. Incluso, abandonó momentáneamente su retiro en 2007 para jugar en el Glasshoughton Welfare, equipo de la localidad en que residía, acuciado por graves problemas económicos. Según dicen, estuvo a seis minutos de dejar su portería a cero. Ignoro si, en algún momento, para ello, Grobbelaar fue otra vez el portero que despistó con el baile de San Vito. Pero, a decir verdad, tampoco me extrañaría demasiado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.