martes, 30 de octubre de 2012

El portero que nunca estuvo allí: Petr Kouba


No se trata de un homenaje a la película de los hermanos Coen. Petr Kouba (Praga, 28 de enero de 1969) no trabajaba de barbero e ignoro por completo si llegó a sospechar alguna vez en su vida de la fidelidad de su esposa. No creo tampoco que le hiciera chantaje a nadie. En su caso, el título de esta entrada sólo tiene que ver con su más que atípico paso por el Deportivo de la Coruña, entidad a la que perteneció durante cinco temporadas, pero para la que permaneció integrado en su disciplina sólo en tres, la primera y las dos últimas de ellas, con un total de seis partidos disputados. Un bagaje muy pobre, pobrísimo, para un guardameta que aterrizaba en el Depor tras proclamarse subcampeón de la Eurocopa 1996 con una del todo deslumbrante República Checa en la que brillaban nombres como los de Pavel Nedved, Radek Bejbl o Karel Poborsky.

El propio Kouba protagonizó grandes actuaciones durante la competición, disputada en Inglaterra, pero eligió el peor momento posible para cometer un error. Puso las manos demasiado blandas ante un disparo de Oliver Bierhoff y el balón se coló irremisiblemente en su portería. Lo malo es que eso sucedió en la prórroga, después de haber llegado al final del duelo con empate a un tanto en el marcador. Y lo peor de todo fue que no hubo tiempo para reaccionar. Entonces estaba en vigor el llamado Gol de Oro. El primero en marcar, ganaba el partido. Una crueldad que ya se cebó con aquel Alavés que fue capaz de empatar a cuatro tantos ante todo un Liverpool en la final de la UEFA de la temporada 2000-2001 sólo para ver como un tanto en propia puerta de Geli, cuando la segunda parte de la prolongación tocaba a su fin, concedía el triunfo a los británicos.

Pese a sus buenas actuaciones, ese error tal vez condenó a Kouba a quedarse fuera del equipo ideal de la Eurocopa 96. Los metas elegidos fueron el inglés David Seaman, por el momento alejado de algunas cantadas del todo legendarias que adornarían el final de su carrera,  y el alemán Andreas Kopke, todo un veterano que se encumbró en ese torneo. Su nombre, junto con el de Kouba, sonó para reforzar la portería de un Barcelona en pleno proceso de reinvención. Kopke incluso llegó a dejar las oficinas del club barcelonista sonriente, convencido de que iba a defender su portería. Todo, no obstante, no pareció al final más que una treta para cerrar la llegada de Vitor Baia, poco menos que un semidios en Portugal, y la opción preferida del nuevo técnico azulgrana, Bobby Robson, quien había coincidido con él en el Oporto y que llegó a Barcelona acompañado de su ayudante, un entonces jovencísimo José Mourinho.

Kouba, no obstante, acabó aterrizando en la Liga española. Más o menos. El Deportivo apostó por contratarlo, pagando por él más de 300 millones de pesetas (el Barcelona pagó 1.000 por Baia). Pero no fue el único meta que se incorporaba a una entidad que acababa de cerrar la etapa de todo un mito deportivista en sus marco, Francisco Liaño. Le acompaño el camerunés con pasaporte francés Jacques Songo'o,  un meta prácticamente en el final de su carrera que, no obstante, acabó haciéndose con la titularidad y siendo una pieza clave para que el conjunto coruñés se apuntara el título de Liga en la campaña 1999-2000. Kouba, perjudicado en ese momento por su condición de extracomunitario, encadenó una serie de cesiones. La primera, al Kaiserslautern alemán. La segunda, al Viktoria de Zizkov, en la liga checa. En su país ya había defendido antes de recalar en el conjunto gallego las metas del Bohemians y del Sparta de Praga, cuya portería ya defendió su padre, Pavel, entre 1965 y 1969. Con el Sparta, además de parar goles, marcó uno, de penalti, en la temporada 1994-95.

Tras dos temporadas del todo anodinas en La Coruña, aunque formaba parte de la plantilla que se llevó el único título de Liga que adorna las vitrinas del Depor, volvió a su país para recalar en el Jablonec por una temporada, la 2001-2002, justo antes de ser recuperado de nuevo por el Sparta, entidad en la que terminó colgando los guantes tras resentirse de una lesión que acabó siendo crónica en 2005. "Hay que dar paso a los jóvenes", esgrimió. Nadie mejor que él, posiblemente, conocía la terrible sensación de estar y no estar a la vez en un equipo. De ser, sin quererlo, el portero que nunca estuvo allí.

lunes, 22 de octubre de 2012

La última parada: John Thomson


Muchos ven en el fútbol una suerte de versión civilizada de la guerra. Aun así, las hostilidades jamás deberían salir del rectángulo de juego. La rivalidad es sana. Ayuda a crecer. El odio, en cambio, destruye. Desgraciadamente, esa norma, que debería ser inamovible y de obligado cumplimiento, sólo se actualiza a través de la tragedia, cuando un joven futbolista halla la muerte demasiado pronto. Cercanos y dolorosos son los casos de Antonio Puerta y Dani Jarque. Por desgracia, no son los únicos. Entre los primeros, se encuentra el de John Thomson, guardameta del Celtic, rival ahora del Barcelona en la Liga de Campeones. Murió a los 22 años, tras un aparatoso choque con Sam English, jugador del Rangers, en un Old Firm, el duelo de la máxima rivalidad en Escocia, disputado en Ibrox Park el 5 de septiembre de 1931, ante más de 80.000 espectadores. Según se cree, el grito que se escucha tras el choque podría pertenecer a la joven Margaret Finlay, su prometida, de 19 años, quien estaría viendo el desarrollo del encuentro al lado de Jim Thomson, hermano del malogrado arquero.

John no dudó ni un segundo en lanzarse a los pies de English para evitar un peligroso uno contra uno. Su seguridad era lo de menos. Desgraciadamente, la rodilla del jugador del Rangers impactó con su cabeza, provocándole una fractura de cráneo y la rotura de una arteria a la altura de la sien derecha. Según publicó The Scotsman, mientras se lo llevaban en camilla del terreno de juego, se levantó un momento para dirigir la mirada por última vez tanto a su portería como al lugar donde había tenido lugar el choque. Fue llevado al hospital Victoria Infirmary de Glasgow, donde incluso fue sometido a cirugía para tratar de paliar en la medida de lo posible sus graves heridas. Sin éxito. A las 21.25, finalmente, se le declaró oficialmente muerto. Más de 30.000 personas acudieron a su funeral, que tuvo lugar cuatro días después, el 9 de septiembre, en Cardenden, el lugar en el que se crió, aunque nació en Kirkcaldy, el 28 de enero de 1909. Muchos de los que quisieron darle un último adiós recorrieron los 88,5 kilómetros que separan Glasgow de Cardenden a pie, como un primer homenaje al héroe caído.

Dicen que las luces que más brillan se consumen antes. La carrera de John Thomson no pudo ser muy larga, pero, desde luego, si tuvo toques de brillantez. Dejó la portería a cero en duelos internacionales contra Inglaterra e Irlanda, un absoluto motivo de orgullo para los aficionados escoceses. Y, por mucho que se le considerara demasiado enclenque para ser portero, según los cánones de la época, su agilidad y reflejos le permitían enfrentarse con éxito a los ataques más peligrosos. Siempre, con una acción plástica, cargada de elegancia. No en vano, uno de sus compañeros, Jimmy McGrory, corrigió a los que acusaban al meta de tener las manos pequeñas argumentando que las de John "eran manos de artista". "Nunca hubo un portero que atajara y blocara los disparos más duros con tanta gracia y facilidad. En todo lo que hacía había un equilibrio y una belleza de movimientos que eran maravillosos de contemplar", le elogió el primer mánager del Celtic, Willie Maley.

En noviembre de 2008, su nombre fue al fin incluido en el Hall of Fame del fútbol escocés. Su lugar de eterno descanso, a día de hoy, sigue siendo un lugar de pelegrinación casi obligado para los seguidores del Celtic. Cómo no, su tragedia acabó tomando incluso forma de canción, una suerte de aquellos cantares de gesta dedicados a los paladines medievales y que, como esos, ha ido perdurando en el tiempo. El año pasado, en el 80 aniversario de su fallecimiento, se repitió en parte la pelegrinación a pie que tantos y tantos aficionados llevaron a cabo desde Glasgow hasta Cardenden, actualizando una vez más una de las frases que pueden leerse en la tumba del malogrado guardameta, aquel que se levantó de la camilla para dirigir la mirada al escenario de su última parada: "Nunca mueren aquellos que viven en los corazones de los que dejan atrás".

martes, 16 de octubre de 2012

El auténtico portero-delantero: Jorge Campos


"¿Vale portero-delantero?". Esa frase la escuché una y mil veces de niño, en los encarnizados partidillos que se montaban entre compañeros de clase. Hasta que, algo más crecidito, no me dio por estudiarme el reglamento, no me di cuenta de que aquello del "portero-delantero" era una norma completamente innecesaria. Nada, más allá del sentido común, impide al guardameta dejar su puesto bajo los palos. Y algunos, como Higuita o Gatti, fueron muy aficionados a hacerlo. Otros, como Chilavert o Rogerio, se especializaron en marcar goles. Siempre, por supuesto, a balón parado, ya fuera transformando un penalti o ejecutando magistralmente un lanzamiento de falta. Pero a algunos no les vale con medias tintas. Quieren ser porteros y, a la vez, delanteros. Y al que mejor se le dio eso, tal vez al único, fue al mexicano Jorge Campos.

Nacido en Acapulco, el 15 de octubre de 1966, desarrolló la mayor parte de su carrera deportiva en México, con algunas incursiones en la Major League Soccer estadounidense. En Europa, muy posiblemente, su peculiar estilo no habría acabado de encajar del todo. A Jorge Campos, desde luego, no le iba eso de pasar inadvertido sobre el terreno de juego, de camuflarse con el césped, como un felino al acecho, como parecen intentar los metas que visten de verde, con tonos discretos. Lo suyo eran uniformes mucho más llamativos, diseñados muchas veces por él mismo. En algunos ocasiones, inspirados en la cultura popular mexicana. Incluso, hay quien ha visto en algunos de ellos reminiscencias de los famosos voladores de Veracruz. A su manera, desde luego, Jorge Campos también volaba. No saltando desde lo alto de un poste, en vertical, en su caso, sino tratando de alcanzar el potente disparo de un rival, desafiando a todo y a todos.

Porque el mexicano, además, sería uno de los guardametas internacionales más bajitos de la historia. Por mucho que las estadísticas oficiales le otorguen una estatura algo superior al metro setenta, parece ser que la realidad se ajustaría mucho más al 1,65. Un dato que le acercaría a todo un depredador del área como Romario. El gran némesis de todo portero. Y Campos, a su manera, trató de convertirse en uno de ellos. Ser a la vez el doctor Jeckyll y míster Hyde. Por ello, posiblemente, no dudaba en escoger muchas veces el dorsal número 9, reservado normalmente al delantero centro. Y, si las cosas no iban bien en ataque (o quizás, si no acababa de sentirse cómodo bajo los palos), entraba otro portero, él se enfundaba una camiseta de jugador y trataba de marcar goles como éste.

La FIFA, empeñada en anclarse en valores de lo más clásico en demasiadas ocasiones, le impidió llevar el número 9 en las citas mundialistas en las que participó. Titular del todo indiscutible en las citas de 1994 (México fue eliminada por la mejor Bulgaria de todos los tiempos en octavos de final, tras una tanda de penaltis en la que de nada sirvió la primera gran intervención del meta) y 1998 (Alemania, otra vez en octavos, le mandó para casa), su presencia ya fue casi testimonial en 2002. En México, y no sólo en México, conserva aún la estela propia de todo un ídolo. No en vano, fue uno de los elegidos por la multinacional Nike para protagonizar uno de sus primeros anuncios de temática futbolística, rodeado por muchas otras estrellas del momento. Dejarle marcar un gol habría sido la guinda del pastel para el auténtico portero-delantero. Pero, desde luego, ese au revoir de Eric Cantona era un final demasiado redondo como para renunciar a su efecto.


martes, 9 de octubre de 2012

La leona dorada: Hope Solo


"El fútbol femenino, ni es fútbol, ni es femenino". Ésa es una frase que se atribuye popularmente a un conocido entrenador español, pero no he podido comprobar la veracidad de dicha atribución, así que no voy a nombrarlo en estas líneas. El ex presidente de Osasuna, Patxi Izco, no obstante, abundó el pasado mes de mayo en la idea. "El fútbol femenino me parece antiestético", espetó. Ni el supuesto ténico ni el ex dirigente estuvieron muy afortunados en sus afirmaciones. Se me ocurren varios ejemplos, pero, dada la temática de este blog, el mejor tal vez sería el de Hope Solo.

Considerada como una de las mejores guardametas del mundo, si no la mejor, Hope tiene argumentos futbolísticos como éste para responder a cualquier suspicacia. Aconsejo ver todo el vídeo. Su acción sólo puede valorarse justamente si se ve desde detrás de la portería. Todo un alarde de reflejos. No creo que muchos cuestionaran su técnica. Ni tampoco, su planta, totalmente alejada de los estereotipos que se pretenden perpetuar con frases tan desafortunadas como las que encontramos al inicio de esta entrada.

Tan segura de sí misma tanto fuera como dentro de la cancha, no tuvo reparo alguno en posar para el número The Body Issue de la revista ESPN The Magazine sin nada más encima que su sonrisa. Tampoco tuvo reparo alguno para señalar el ambiente casi orgiástico que presenció en la Villa Olímpica durante los Juegos de Pequín, en 2008, en los que se llevó su primera medalla de oro, a la que le siguió la conquistada este mismo año en Londres. Su participación en estos últimos Juegos llegó a verse comprometida por un positivo de una sustancia prohibida, en este caso un diurético, que formaba parte de un medicamento recetado por su médico. Al final, tras atender sus explicaciones, no recibió sanción alguna. "Llegaron a la conclusión de que había cometido un error de buena fe, y de que la medicación no aumentaba mi rendimiento de ninguna manera", señaló la arquera.

Nacida en Richland, Washington, el 30 de julio de 1981, fue su padre, Jeffrey, de ascendencia italiana y criado en el Bronx, quien encaminó sus pasos hacia el fútbol. Aunque sus padres se divorciaron cuando era una niña, siempre mantuvo el contacto con su progenitor, un veterano de Vietnam a quien las cosas no siempre le fueron del todo bien. Su relación fue de lo más estrecha hasta el momento de su muerte, hace unos cinco años, a causa de un fallo cardíaco.

Tal vez, Hope quiso dedicarle a su padre sus actuaciones en la Copa del Mundo femenina de 2007. Únicamente Corea del Norte logró batirla, en el primer partido de las estadounidenses, duelo que acabó con empate a dos tantos. Ante Suecia, Nigeria e Inglaterra, ya en cuartos de final, dejó su portería a cero. Su seleccionador, Greg Ryan, no obstante, optó por apartala de la titularidad en las semifinales, ante Brasil, y dar paso a Briana Scurry, una veterana portera, de 36 años, que llevaba más de tres meses sin jugar. Las norteamericanas cayeron por 4-0 y Solo destapó su malestar nada más acabado el encuentro. "No tengo ninguna duda de que yo habría conseguido hacer esas paradas", acusó. Eso le costó jugar por el tercer y cuarto puesto, ante Noruega, e incluso amagó con dejar el combinado nacional. No obstante, fue el propio  Greg Ryan quien acabó dejando su cargo a finales de 2007, tras ver cómo no le era renovado su contrato. Al año siguiente, con el Oro en Pequín, ya a nadie se le ocurrió volver a apartarla de la portería. Unos dominios que defiende con la ferocidad de una leona dorada.

martes, 2 de octubre de 2012

Las lágrimas del héroe traicionado: Iker Casillas


Nadie sería capaz de poner en duda su titularidad en la portería del Real Madrid.Ni en la de una selección española que va camino de grabar su nombre a fuego entre las leyendas del fútbol. Ni siquiera a Fabio Capello, un entrenador al que le gusta contar con auténticas torres para defender el marco de su equipo, se le ocurrió apartarlo de sus dominios en su segunta etapa como técnico madridista, por mucho que se planteara en algún momento apostar por Diego López, un meta mucho más acorde con sus cánones futbolísticos. Pero las cosas no siempre fueron así para Iker Casillas, un arquero que debutó en el conjunto madridista cuando era aún casi un imberbe adolescente y que ahora es casi insustituible en su puesto. Paradas espectaculares, al alcance sólo de unos pocos elegidos, como ésta, cuando ya todo el estadio cantaba el gol, son sin duda su mejor aval.

Pero no hay nadie infalible. Todo el mundo comete errores. Tarde o temprano. Y los mejores, como jamás me cansaré de repetir, también son humanos, al fin y al cabo. En la temporada 2001-2002, tras debutar en Primera en 1999, con 18 años, y convertirse en titular en la campaña 2000-2001, su entonces técnico y actual seleccionador español, Vicente del Bosque, decidió apostar por devolver al marco a César Sánchez, después de que el joven meta encadenara una mala racha bajo los palos. Aquel equipo quedó tercero en la Liga, por detrás del Valencia, el campeón, y el Deportivo, pero por delante del Barcelona. No obstante, llegó a la final de la Champions, que debía disputar en Glasgow ante un Bayer Leverkusen entrenado por Klaus Toppmoller, conocido como "La Aspirina Mecánica" y que contaba con jugadores como Ballack, Berbatov o Lucio en sus filas.

El partido se puso de cara para los blancos muy pronto. Raúl, cómo no, abrió el marcador, si bien Lucio puso la igualada apenas cinco minutos después del tanto madridista, antes de cumplirse el primer cuarto de hora del duelo. Zidane, cuando moría la primera parte, rompió la igualada con una volea de libro. Casillas, mientras, tenía que ver los toros desde la barrera. El titular, una vez más en esa temporada, era César. Poco podía imaginarse el joven portero que el destino, a veces cruel, iba sonreírle esa vez para auparlo en el altar de las leyendas. Cuando quedaban poco más de 20 minutos para el final del encuentro, el arquero al que Del Bosque había concedido la titularidad en ese encuentro se rompió un dedo del pie. Casillas iba a saltar al césped. No quedaba otra.

Poco antes de hacerlo, se cortó a toda prisa las mangas de su camiseta al lado del banquillo, ayudado por un utillero convenientemente armado con unas tijeras. Manías de porteros. El Bayer, lejos de dar su brazo a torcer, se volcó como nunca para conseguir el gol de la igualada y, por lo menos, forzar la prórroga. Los alemanes tuvieron por lo menos tres ocasiones muy claras en las que Casillas, simplemente, dejó patente su grandeza como guardameta. A cualquier otro portero, posiblemente, le habría tocado recoger el balón del fondo de sus redes. Pero no a él. Con el duelo finalizado, el joven arquero rompió a llorar. Eran lágrimas en las que posiblemente se mezclaban la rabia y el alivio. La suerte, y quien sabe si para él, en su fuero interno, también tal vez su entrenador, le habían traicionado, pero la diosa fortuna le reservaba un papel trascendental, a la altura de su clase.

La historia se repitió, en parte, y con muchos matices, en el Mundial de 2010. Las críticas hacia Casillas fueron feroces tras la derrota por 1-0 ante Suiza. Chile, en el último duelo de la fase de grupos, le marcó el último gol que encajó en todo el campeonato. Iniesta marcó el gol que dio el primer Mundial a la selección española, pero el meta también puso de su parte frustrando los ataques de Holanda, muy especialmente los que llegaron de las botas de su ex compañero Arjen Robben. Con el duelo finalizado, las lágrimas, otra vez, volvieron a su rostro, justo antes de levantar la Copa de Campeón del Mundo. El héroe traicionado había vuelto a recuperar su trono.