Para un portero, un penalti en contra es un caramelo... Envenenado. Nadie le reprochará que el balón acabé besando las redes de su portería. Se considera que el que lo lanza tiene todos los ases en la manga. El que tiene que pararlo, o por lo menos intentarlo, en cambio, tiene estadísticamente pocas opciones para lograrlo. Pero, más allá del cálculo de probabilidades, un penalti encajado no deja de ser un tanto encajado. Algo que a cualquier guardameta le duele más que cualquier balonazo. Por eso, no es extraño que, tal vez, ansíe vengarse. Sobre todo, si quien le ha batido es un colega.
El argentino Roberto Bonano, portero, entre otros, del River Plate y del Barcelona, pudo cobrarse esa suerte deuda. Por partida doble. José Luis Chilavert, guardameta paraguayo y gran especialista en el balón parado (a lo largo de su carrera consiguió más de 60 goles en partidos oficiales), fue a la vez su retador, su verdugo y su víctima. La Copa Mercosur, el escenario. Los detalles parecen casi sacados de un breve cuento futbolístico, como el que tal vez habría escrito su admirado Roberto Fontanerrosa, pero son reales. Cómo no, los dejaremos para el final.
Nacido el 24 de enero de 1970 en Rosario, Bonano se estrenó como profesional en las filas del Rosario Central en 1996. De su etapa en el club rosarino, según ha explicado él mismo, le causaría una profundísima impresión un fuerte choque con el delantero Juan Antonio Pizzi, que le costaría finalmente al atacante la pérdida de un riñón. Pizzi, lejos de renunciar a la práctica de este deporte, desarrolló una más que prolifica carrera con esta particularidad, pasando por las filas de clubes como el Tenerife, el Valencia, el River Plate, el Villarreal, el Oporto o el Barcelona, con el que conseguiría un tanto del todo providencial.
El propio Bonano también pasaría por las filas del Barcelona, club por el que fichó en 2001 y que necesitaba por aquel entonces asegurar bien su portería. No obstante, su paso no puede describirse como memorable, por mucho que dejara alguna que otra muestra de su calidad. Si bien fue titular en su primera temporada, en la segunda, con la irrupción de un jovencísimo Víctor Valdés, se vería relegado a la suplencia hasta que el de L'Hospitalet protagonizó su enfrentamiento con Van Gaal. Volvería a la portería tras ese incidente, pero, con la salida del técnico holandés y la llegada de Antic, a la postre sería Valdés de nuevo el propietario de la titularidad. El fichaje de Rustu, en 2003, lo dejó sin ficha, y acabaría incorporándose al Murcia, de donde pasaría posteriormente al Alavés, su último club como profesional, donde colgaría los guantes con 39 años.
Antes de dar su salto a Europa, no obstante, el meta argentino vivió los mejores años de su carrera en las filas de River Plate entre los años 1996 y 2001, entidad con la que conquistó tres torneos Apertura y dos Clausura de la Liga Argentina, así como una Copa Conmebol, una Copa Libertadores y una Supercopa Sudamericana. Incluso, marcó un gol defendiendo su camiseta. Cómo no, de penalti. Fue en la primera jornada de la Copa Mercosur, el 1 de agosto del año 2000. Aparentemente, Chilavert, un meta con una trabajada fama de fanfarrón, había puesto en cuestión sus cualidades. Quién sabe si se acordaba de una gran parada que le había hecho en 1999 y quería descentrarlo. El paraguayo empató de penalti el marcador cuando corría el minuto 38 de la primera parte, tras un tanto inicial de Leonel Gancedo. En la segunda mitad, Bonano insistió en lanzar él mismo otra pena máxima. Decisiva. Marcar podía poner otra vez en ventaja a su equipo. No le tembló el pulso y pudo paladear el dulce sabor de la venganza. Y de la victoria. River acabó ganando el duelo por 2-1.
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