miércoles, 26 de septiembre de 2012

El niño que no quería ser portero: Víctor Valdés



Cuando yo era un crío, era muy raro encontrar a alguien dispuesto a meterse bajo los palos. Normalmente, la cosa era cuestión de suerte: si tenías la suerte de ser bueno jugando con los pies, te librabas de la portería. Pero algunos, no obstante, decidían ir contra viento y marea y elegir el marco. Eso, hoy en dia, tal vez ha cambiado. No hace tanto, un amigo me sorprendió (gratamente, por supuesto) al explicarme que a su hijo le había dado por calzarse los guantes e intentar atajar balones. Con tipos de la talla de Gianluigi Buffon (nunca mejor dicho), Iker Casillas o Víctor Valdés, cracks absolutamente mediáticos, el puesto de meta cuenta cada vez más con adeptos claramente vocacionales.

Las cosas han cambiado con las nuevas generaciones. Antes, todo era muy diferente. Por eso, posiblemente, no es del todo raro que uno de esos cracks mediáticos que defienden las redes a los que me refería antes, Víctor Valdés, acabara bajo los palos un poco, o un mucho, a regañadientes. Va camino de convertirse en el mejor portero de la historia del Barcelona, si no lo es ya. A los hechos me remito: suma cinco trofeos Zamora, el que distingue al arquero menos goleado de Primera, algo que lo ha puesto a la altura de otro mito azulgrana, Antoni Ramallets, y suma tres de las cuatro Champions que están en poder del club. En todas fue una de las claves del triunfo. Muy especialmente, en la de París, en 2006. Desesperó una y otra vez a Henry y mantuvo a su equipo en el partido para que, al final, entre Eto'o y Belletti firmaran la remontada. Pero Víctor, de niño, no quería ser portero

Víctor no quería ser portero. Fue su hermano mayor, Ricardo, quien le obligó un poco a empezar a meterse bajo los palos, aunque esos palos fueran al principio simplemente la puerta del garaje de su casa, donde el chavalín demostraba ya muy buenas maneras. Tanto que, según dicen, fue su propio hermano quien le recomendó al técnico del equipo de fútbol sala en el que el jovencísimo Valdés iba a empezar a dar sus primeros toques en serio al balón que lo pusiera en la portería, a pesar de que Víctor tratara inicialmente de convertirse en jugador de campo. "A éste ponlo de portero, que las para todas", cuentan que le indicó el hermano del actual meta titular indiscutible del Barcelona a un técnico que, aparentemente, no dudó en hacerle caso. De ahí, pasaría más tarde a la Penya Cinc Copes. Y de ahí, finalmente a las categorías inferiores del Barcelona. Dejó brevemente la disciplina barcelonista cuando su familia se trasladó a Tenerife, pero regresó más tarde a la entidad azulgrana, donde le esperaban con los brazos abiertos. Seguramente, sabían muy bien que tenían un diamante en bruto entre manos.

Condiciones físicas, desde luego, tiene de sobras. En sus primeros entrenamientos con el primer equipo del Barcelona, valga la redundancia, en la primera etapa de Louis van Gaal como entrenador azulgana, destacaba por su explosividad, por su velocidad y sus reflejos. Personalmente, debo señalar que me recordaba un poco a Paco Buyo, quien fuera portero del Real Madrid. El gran ídolo de Valdés, según ha comentado el propio arquero, no obstante, estaba un poco más lejos: Oliver Kahn. De él, quizás, adoptó esa pose desafiante, ese fuerte carácter que muestra en el campo, tan necesario para no quemarse en una portería tan dífícil como la azulgrana. Que se lo digan a Vítor Baía. O a Rustu Recber. 

Pero su fuerte carácter bien a punto estuvo de darle un gran disgusto. En 2002, con Van Gaal encarando su segunda y efímera etapa como técnico barcelonista, Valdés inició la competición como titular. El entrenador holandés, no obstante, quiso enviarlo de vuelta al filial, que jugaba en Segunda B, y él se negó. Van Gaal, poco amigo de indisciplinas, amenazó con apartarlo del equipo. El meta se disculpó en una rueda de prensa, pero con el holandés en el banco la titularidad cayó en las manos del argentino Roberto Bonano. Las aguas volvieron a su cauce con Radomir Antic, relevo de un Van Gaal que fue destituido casi a media temporada por los malos resultados del equipo, y Frank Rijkaard, el primer técnico de la era Laporta, apostó con fuerza por él, por mucho que en algunos, contadísimos partidos, el internacional turco Rustu Recber hiciera alguna fugaz aparición en la meta barcelonista.

Quizás, sus deseos de ser inicialmente jugador de campo le concedieron uno de sus grandes dones para colaborar en el fútbol del Barcelona: el juego con los pies. Si no recuerdo mal, en uno de los enfrentamientos con el Madrid de Mourinho llegó a realizar más pases completos que el mejor de los blancos en ese aspecto del juego. Lo que no quiere decir, ni mucho menos, que sea infalible. Di Maria, en el penúltimo clásico, le arrebató el esférico y anotó un 3-2 que complicaba las cosas para los azulgrana en la Supercopa de España. Cómo no, como suele hacer en estos casos, Valdés cambió su equipación. Del azul, pasó al verde. Manías de porteros. En Pamplona, en Liga, y en el Bernabéu, una semana después de su fallo, firmó grandes actuaciones, pero la Supercopa no se movió de Madrid, gracias al triunfo de los de Mou por 2-1. Y no hay que ir tan lejos. El pasado sábado, ante el Granada, salvó el 0-1 para abrir el camino de un agónico triunfo barcelonista. Toño, en el otro lado del campo, se empleó a fondo. Le llegaban una y otra vez. El meta azulgrana, en cambio, tuvo que hacer gala de otra de sus virtudes: la concentración. Una o dos llegadas. Y no pueden ser gol. Su palmarés, y sus actuaciones, no están nada mal para ser las de un niño que no quería ser portero.

2 comentarios:

  1. I li agraden els toros. I toca el piano. I està a favor que la seva senyora fumi als cines. I darrerament li costa conviure amb els entrenadors de porters!

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  2. Bueno... Ja saps que tots els grans tenen les seves petites manies XD

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