miércoles, 6 de febrero de 2013

El portero que vino del frío: Rinat Dassaev


La antigua Unión Soviética siempre ha sido considerada popularmente como una tierra de grandes porteros. Lev Yashin, el único guardameta galordanado con el Balón de Oro, tiene gran culpa de ello. Pero no toda. En la balanza, también hay que colocar un nombre tan importante como el de Rinat Dassaev. Nacido en Astracán, el 13 de junio de 1957, tiene el honor de ser el primer futbolista soviético al que se le permitió dejar el país y enrolarse en una liga extranjera. Fue casi al final de su carrera. La competición que tuvo el honor de recibirlo fue la Liga española y el club, el Sevilla. Sus aficionados no dudaron en "bautizarlo" de otra manera: Rafaé. Según se comentaba en aquel entonces, porque ese nombre era mucho más sencillo de pronunciar para ellos. Quién sabe si también tuvo algo que ver su peinado.

Antes de pasar al Sevilla, Dassaev se fogueó inicialmente en el Volgar de Astracán y el Spartak de Moscú, equipo este último con el que cosecharía sus mayores éxitos. Con el Spartak, conquistó la liga en 1979 y 1987 y fue segundo en 1980, 1981, 1983, 1984 y 1985, así como finalista de Copa en 1981. En 1982, además, fue elegido mejor futbolista de la Unión Soviética, coincidiendo con su estreno como mundialista en el Mundial de España. México 86 e Italia 90 también lo vieron bajo los palos. También fue elegido mejor portero soviético en 1980 (año en el que ganó el bronce con su selección en los Juegos Olímpicos de Moscú), 1982, 1983, 1985, 1987 y 1988. En este último, tras la participación del combinado soviético en la Eurocopa organizada por la entonces República Federal de Alemania y el meritorio segundo puesto alcanzado ante la Holanda de los Gullit, Rijkaard o Van Basten, la IFFHS le nombró mejor portero del año.

El tanto encajado ante el disparo de Marco van Basten significó el segundo de la final para la selección oranje, para la que ya había abierto el camino del triunfo un gol marcado por Ruud Gullit. Fue la venganza de la derrota por 1-0 encajada ante los rusos en el partido que inauguraba la fase de liguilla para el grupo 2. En la final, Dassaev no pudo vestir de amarillo, su color talismán, maldito en cambio para algunos futbolistas, quizás, aunque parezca extraño, aficionados al teatro. Al de verdad, al de los escenarios, no al que hacen algunos de ellos sobre el césped.

Dassaev creía que llevar una equipación amarilla le daba suerte. Muchas de sus grandes intervenciones las llevo a cabo enfundado en ese color. Incluso en el Sevilla, por mucho que algunos compañeros trataran de convencerle de que mudara sus colores. Ahí dejó huella. No sólo por sus cualidades como portero. El hecho de que se cayera dos veces al foso de la antigua Real Fábrica de Tabacos, edificio que alberga la Universidad de Sevilla, fue motivo de chirigota. La primera vez, cuando aún formaba parte del club hispalense, pese a no tener ficha, no tuvo grandes lesiones. Eso sí, le fue retirado el carnet de conducir al notarle la policía signos de embriaguez. En la segunda, tras acabar su contrato, se fracturó la mano derecha y sufrió algunos cortes. Dassaev sólo tuvo ficha federativa en dos de las tres temporadas de su compromiso con el Sevilla. En la tercera campaña, la 1990-91, no fue dado de alta al contratar la entidad al chileno Iván Zamorano y contar ya en su plantilla con el austríaco Anton Polster y el uruguayo Pablo Bengoechea. El cupo sólo permitía tres extranjeros. El concepto "comunitario" era algo aún muy lejano.

Al no encontrar equipo tras su etapa en el Sevilla, Dassaev colgó los guantes. Actualmente, es el preparador de los guardametas del Torpedo de Moscú y, desde luego, vive en Rusia, pero el legado del portero que vino del frío permanece en España. De otra manera, a través de su hija, la gimnasta Elmira Dassaeva, afincada desde niña en Zaragoza y que compite en la modalidad de aeróbic.

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