martes, 15 de enero de 2013

El portero del tupé sospechoso: Borislav Mihaylov


En México, en 1986, casi no tenía pelo. En el Mundial de Estados Unidos, en 1994, con la mejor Bulgaria de todos los tiempos, lució un tupé la mar de sospechoso. Borislav Mihaylov fue el portero de aquel equipo que logró eliminar a toda una Alemania, con un golazo de falta de Stoichkov. Al final, quedó cuarta, tras caer en el duelo por el tercer y cuarto puesto con Suecia. Eso sí, la imagen que daban sus componentes, tumbados a la bartola al lado de la piscina, fumando tranquilamente, copazo en mano, demuestra que no hay nada mejor que jugar sin presión para llegar bien lejos.

Borislav, nacido el 12 de febrero de 1963 en la capital búlgara, Sofía, era el capitán de ese equipo. No en vano, había sido elegido mejor jugador de su país en 1986, cuando ya llevaba cinco años defendiendo las redes del Levski, su primer equipo en la élite. Un año antes, en 1985, fue sancionado de por vida tras unos incidentes en la final de Copa con el CSKA de Sofía, su gran rival y el equipo en el que por aquel entonces militaba quien sería quizás el gran ídolo búlgaro, Hristo Stoichkov. El fuerte carácter del delantero le metió en el mismo lío. El castigo, al final, fue sólo cuestión de meses para todos. Medio año después, Mihaylov volvía a estar bajo los palos.

Del Levski, en 1989, pasó al Os Belenenses portugués, donde permaneció durante dos temporadas, para recalar durante un par de años en el Mulhouse francés, donde jugaría hasta la hazaña de su combinado nacional en Estados Unidos. Tras marcar ese hito, regresó brevemente a su país para incorporarse a las filas del Botev Plovdiv. En el Reading, su siguiente club, entre 1995 y 1997, no consiguió convencer a causa de continuas lesiones y las comparaciones con todo un ídolo local, Hislop, que se había marchardo al Newcastle. Un nuevo regreso a casa, para jugar en el Slavia, fue el capítulo directamente anterior al epílogo de su historia como futbolista profesional, que se cerró en las filas del Zúrich.

Colgó los guantes, pero no se apartó del todo de este deporte. En lugar de a los banquillos, no obstante, prefirió dedicarse a tareas administrativas. Desde el 21 de octubre de 2005, es el presidente de la Federación Búlgara. Además, forma parte del comité ejecutivo de la UEFA desde 2011. Y sigue ligado al fútbol de otra manera. En este caso, a través de su hijo, Nikolai, quien formó parte del Liverpool y actualmente juega en las filas del Twente holandés. Ha heredado los reflejos y las condiciones de su padre, pero no así su preocupación por la alopecia. En lugar de lucir un tupé sospechoso, Niki prefiere la cuchilla.

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