Es algo que no se puede evitar. Desde que los agentes de Víctor Valdés anunciaron que el meta del que ha sido quizás el mejor Barça de la historia apostará por acabar su carrera lejos del club azulgrana, la lista de posibles relevos se ha hecho prácticamente interminable. Entre ellos, cómo no, ha sonado también el del actual portero titular y capitán de la selección francesa: Hugo Lloris.
Su incorporación, desde luego, no sería para nada fácil. El Tottenham lo fichó casi cuando estaba a punto de cerrarse el plazo para las incorporaciones para una temporada, la 2012-2013, que ya está tocando a su fin. Su traspaso supuso un desembolso de 10 millones de euros, más otros cinco variables. Apostaron muy fuerte por él, y se antoja complicado que lo dejen escapar, salvo que haya una buena cantidad económica de por medio. Nacido en Niza, el 26 de diciembre de 1986, su perfil parece encajar como un guante para los requisitos de un club como el Barça. Joven, con excelentes reflejos, buena capacidad en el uno contra uno y con carácter suficiente como para no sucumbir a la presión de una entidad como la barcelonista. Formado en las categorías inferiores del Niza y miembro de una familia acomodada (su madre era abogado y su padre es banquero), debutó como profesional en el equipo de su ciudad en 2005 para pasar en 2008 al Olympique de Lyon, club con el que cosechó sus primeros títulos: la Copa de Francia en la temporada 2011-2012 y la Supercopa francesa 2012.
A nivel personal, además, fue elegido mejor guardameta de la competición gala en tres temporadas, dos de ellas seguidas, la 2008-2009 y 2009-2010, así como en la 2011-2012. Su estreno como capitán de la selección francesa absoluta, con la que debutó en 2008, no pudo tener mejor sabor de boca para él: un triunfo ante Inglaterra en Wembley por 1-2. Lloris no sólo brilló de jovencito como portero: también podría haber sido un gran tenista. Quizás, perseguir con la mirada una pelota tan pequeña y tan rápida ayuda a explicar en parte sus impresionantes actuaciones bajo los palos.
Aunque le definen como alguien tranquilo y modesto, Lloris tiene carácter de sobra para jugar en cualquier equipo. La vida le obligó a demostrarlo de la manera más dura. En 2008, dos días después del repentino fallecimiento de su madre, el joven guardameta rechazó el permiso que estaba dispuesto a darle su técnico y eligió jugar con el Niza. El fútbol fue la manera de combatir el dolor, de secar sus lágrimas. En definitiva, eligió enfrentarse a un balón para mitigar la pena. Las paradas que hizo en ese partido, desde luego, tuvieron a buen seguro una sentida dedicatoria.
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