viernes, 28 de diciembre de 2012

Un portero de película: Robert Hatch


El hombre que está sobre estas líneas es Robert Hatch. El capitán Robert Hatch, para ser más exactos. El héroe de un partido entre un grupo de prisioneros aliados y soldados de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Vale. No cuela. Admito que Sylvester Stallone tiene un rostro muy característico. Robert Hatch es el nombre del personaje que interpretó en la película Evasión o Victoria, rodada por todo un mito del cine, John Huston, en la que Stallone compartió cartel con estrellas como Michael Caine o Max Von Sydow y con futbolistas como Osvaldo Ardiles o Pelé. Aprovechando el día que es, cambiaré un poco, sólo un poco, la realidad por la ficción. Ya se sabe. Un día es un día.

El de Stallone no es el único caso de actor metido a arquero. Carmelo Gómez, por ejemplo, lo hacía también en la película llamada precisamente El portero. En ella, un meta experto en parar penaltis se gana la vida yendo de pueblo en pueblo como una atracción de feria, desafiando a la gente a que trate de batirlo. Uno contra uno. Casi, como aquellos duelos al sol de los westerns. Incluso un compañero de reparto de Stallone en Los Mercenarios, en ambas películas, Jason Statham, también tuvo la oportunidad de meterse bajo los palos. Por su parte, en la adaptación inglesa de la multiversionada Rompehuesos, titulada en este caso Mean Machine. A Statham, en la cinta, le costaba Dios y ayuda no recurrir a las artes marciales para imponerse en su área... Como dicen en la peli, "parece que la terapia está dando sus frutos". El protagonista, con todo, tampoco era un "angelito": Vinnie Jones. Quien no lo conozca, que lea el artículo que he linkeado... Toda una buena pieza...

Lo mismo que el capitán Hatch. A su manera, en este caso. Hatch sólo piensa en fugarse. Y los líderes aliados del campo de concentración quieren aprovechar el partido propagandístico que jugarán nazis y prisioneros para que la fuga sea histórica: todo el equipo. No voy a contar mucho más. Odio los spoilers. Eso sí, sí diré que Stallone, un yankee que se hace pasar por canadiense, tuvo un buen maestro para hacer de portero en la cinta. Gordon Banks, campeón del mundo con Inglaterra en 1966, considerado uno de los mejores guardametas de la historia, capaz de hacer una parada como ésta ante el remate de todo un mito como Pelé, se encargó de su puesta a punto.

Hatch, incluso, lleva una camiseta de un tono azul sospechosamente muy parecido a la de Banks y pantalones blancos... Y no es el único lazo con la realidad. La historia de Evasión o Victoria se basa en el llamado Partido de la Muerte. Para resumir, apuntaré que un grupo de futbolistas ucranianos, organizados bajo el nombre de Start, humilló una y otra vez a los equipos de los nazis. Resultado: los jugadores acabaron en un campo de concentración. Su gesta, no obstante, no cayó en el olvido. En 1971 se inauguró un monumento en los alrededores del ahora llamado Valeri Lobanovski Stadion, antiguo campo del Dinamo de Kiev, donde el Barcelona jugó un partido hace algo más de tres años. Me tocó cubrir ese encuentro y tuve la oportunidad de fotografiarlo, mientras nuestro autocar nos llevaba al campo. En la realidad, por desgracia, no siempre hay finales felices. Mykola Trusevich, el portero del Start, fue asesinado con otros compañeros en febrero de 1943. Stallone, convertido en un portero de película, le rindió seguramente sin querer homenaje cuando se puso en la piel del capitán Robert Hatch en 1981.




lunes, 24 de diciembre de 2012

Un yankee en la Calle del Payaso Fofó: Kasey Keller


El fútbol estadounidense no ha logrado en general exportar muchos de sus practicantes al continente europeo. La única excepción serían sus guardametas, quienes, normalmente, han logrado hacerse con un hueco en la Premier League inglesa.Tim Howard, un meta afectado por el síndrome de Tourette, defendió brevemente incluso la portería del Manchester United. Pero uno de los pioneros, y todo un trotamundos, fue Kasey Keller. "En Estados Unidos muchos niños también quieren ser porteros, mientras que aquí se quedan en la portería los que son demasiado malos para ser jugadores de campo", explicó Keller hace algunos años en declaraciones a la web oficial de la FIFA para justificar el por qué de tanta exportación de guardametas. "Nosotros nos criamos jugando a muchos deportes diferentes, sobre todo béisbol, fútbol americano y baloncesto, desarrollamos una buena coordinación manual y visual", agregó.

Nacido en Olympia, Washington, el 29 de noviembre de 1969, prolongó su carrera deportiva hasta 2011. Los Seatle Sounders fueron su último club. Allí, el 15 de octubre de 2011, con 41 años, colgó los guantes con una victoria por 2-1 ante San José Earthquakes, arropado por más de 64.000 espectadores. No fue una mala temporada. En absoluto. La Major League Soccer, la liga profesional norteamericana, incluso le nombró mejor arquero del campeonato. Todo un premio a una gran trayectoria que no estuvo exenta de premios. Ni de elogios.

En 1989, en el Mundial sub'20 de Arabia Saudí, recibió el Balón de Plata, que le distinguía como segundo mejor jugador del torneo. El mejor, ese año, fue el brasileño Bismarck, pero no convendría despreciar demasiado este trofeo. En 1987, el vencedor fue un tal Robert Prosinecki. En 1999, un tal Seydou Keita. En  2001, un tal Javier Saviola. Y en 2005, para acabar y para no aburrir más con el tema, un tal Lionel Messi. En 1990 estuvo a la sombra de Tony Meola en la selección estadounidense que volvía a una Copa del Mundo en el Mundial de Italia. Sus características, no obstante, no pasaron inadvertidas para el Milwall, su primer club lejos de casa. De ahí pasó al Leicester, conjuntó con el que ganó la Copa de la Liga inglesa, conocida entonces como Coca Cola Cup, y con el que estuvo a punto de repetir título dos años después, en 1999. Al final de esa temporada, con la carta de libertad bajo el brazo, firmó por el Rayo Vallecano.

Los responsables técnicos del conjunto rayista tal vez se dejaron seducir por la enorme actuación que había protagonizado Keller en la Copa de Oro de la CONCACAF en 1998. Estados Unidos, contra todo pronóstico, derrotó por 1-0 a una selección brasileña llamada a rozar el campeonato en el Mundial de Francia y su meta jugó un papel absolutamente decisivo en ese triunfo. Una actuación que le valió el encendido elogio de todo un crack de talla mundial como Romario. "Ha sido, sencillamente, la mejor actuación de un portero que he visto en mi vida", aseguró el baixinho tras el choque. No en vano, ostenta el récord de internacionalidades con la selección absoluta de Estados Unidos, con un total de 102 encuentros en su haber.

En el Rayo estuvo dos temporadas. compitiendo por el puesto con el ex barcelonista Julen Lopetegi y el malogrado Javier Yubero, quien se estrenó en Primera en las filas de la Real Sociedad y falleció a causa de un cáncer de páncreas el 22 de septiembre de 2005, con sólo 33 años de edad. En la primera campaña de Keller en Vallecas, el meta jugó un total de 28 partidos, en los que encajó 43 tantos. Consiguió arrancar un empate con el Barça (1-1) y cayó con el Madrid por la mínima (2-3) en casa, pero se quedó con las ganas de jugar en el Camp Nou o el Bernabéu. Aunque, eso si, vio desde el banquillo como el Rayo derrotaba por 0-2 a los azulgrana. La mayor goleada se la endosó el Espanyol, en Montjuïc (5-1) y, en el transcurso de esa temporada, vio además la única cartulina amarilla que le enseñaron en España.

La segunda temporada no fue precisamente para mejor, si bien el meta estadounidense tuvo la oportunidad de jugar la Copa de la UEFA, después de que el máximo organismo del fútbol europeo invitara a su equipo como premio a su fair play, al ser el menos amonestado del continente. Keller jugó seis partidos en esta competición, encajando tres goles y siendo decisivo ante el Lokomotiv, dejando su marco a cero en ambas rondas, pero acabó cediendo su lugar a Lopetegi. El Alavés, camino de alcanzar el subcampeonato ante el Liverpool, apeó a su equipo en los cuartos de final tras derrotarlo en Mendizorroza por 3-0 y caer por la mínima en Vallecas (2-1). En la Liga, Keller encajó un total de 49 goles en 29 partidos, con siete victorias, 13 derrotas y nueve empates. El Zaragoza, con un 6-1, fue el rival que más le castigó, seguido del Barcelona, que le endosó un 5-1 en el Camp Nou. Tampoco le fue demasiado bien su estreno en el Bernabéu: 3-1.

Al finalizar esa temporada, fichó por el Tottenham, donde permaneció hasta 2005, con una cesión en 2004 al Southampton. Tras ser desbancado por Robinson, firmó por el Borussia Monchengladbach alemán. Obtuvo además el pasaporte germano, por sus orígenes. Su apellido, Keller, significa "sótano" en alemán. En 2007, fichó por un campaña por el Fulham, equipó con el que vivió una agónica salvación de categoría en 2008, algo que los ingleses, con su particular sentido del humor, llaman "The Great Scape" (La Gran Evasión), en referencia tanto a la mayor fuga de un campo de concentración nazi en la Segunda Guerra Mundial como a la película que se inspiró en esos hechos. En 2009, tras un año en blanco, Keller firmó por los Seatle Sounders. Ése fue el último club de un meta que se declara apasionado de las armas, de las motos y del heavy metal. De aquel yankee que, una vez, jugó en la Calle del Payaso Fofó.


martes, 18 de diciembre de 2012

El primer advenedizo: Mattias Asper


Mattias Asper tuvo un dudoso honor. Fue el primer portero extranjero que defendió el marco de la Real Sociedad. Un puesto históricamente reservado para guardametas nacidos en el País Vasco. La Real, además, había sido hasta entonces una auténtica cantera de guardametas, en clara competencia con el Athletic Club. Durante muchos años, la mayor parte de los guardarredes de la Primera División española se habían formado en una de las dos escuelas. Quizás, el más grande representante de la txuri urdin fue Luis Miguel Arkonada, uno de los grandes condenado a pasar a la posteridad, no obstante, por una acción del todo desgraciada que, a la postre, otorgó el triunfo a la selección francesa en la Eurocopa de 1984. Como todo advenedizo, se vio metido casi desde el primer momento en el centro del ojo del huracán. Sus actuaciones, además, tampoco fueron demasiado brillantes. Un Barcelona en los inicios de su caída libre, con Serra Ferrer en el banquillo, en la campaña 2000-2001, le marcó seis goles en casa... Todos, además, en la primera parte del duelo.

Mucho antes ya se había cruzado con los azulgrana. Fue prácticamente un año antes, en la Champions 1999-2000. Sabia cómo podían gastárselas. Su equipo se había adelantado por 1-0, pero él no estuvo muy fino en la jugada que supuso el empate, que llegó tras un testarazo de Abelardo. Dani, también de cabeza, casi en el último suspiro, firmó la remontada para los barcelonistas. Tampoco estuvo muy sembrado el meta sueco. El balón entró no demasiado lejos de donde él hacía la estatua. El segundo partido de la liguilla fue incluso peor. Casi, un presagio: 5-0. Con todo, el resto de sus actuaciones en el AIK sí pareció seducir a los responsables técnicos de la Real. Asper, nacido en Solvesborg el 20 de marzo de 1974, había tenido un estreno brillante con el que fue su segundo equipo en Suecia tras pasar por el Mjallby. Tras su debut con el AIK, su equipo no perdió ningún partido más de liga, lo que le permitió proclamarse campeón. No sólo eso. Fue elegido mejor meta de Suecia en 1998 y 1999.

Ficharlo no fue fácil para la Real. Los tiempos se alargaron lo indecible y el conjunto donostiarra acabó pagando por el 3,6 millones de euros. En Anoeta, no obstante, Asper nunca llegó a sentirse del todo cómodo. A mediados de la campaña 2001-2002, fue cedido al Besiktas, en una operación relacionada con la incorporación de Nihat. El holandés Sander Westerveld le tomó el relevo. El segundo advenedizo de la Real. La del ex meta del Liverpool fue una historia completamente diferente. Capaz de medirse al Barcelona con un dedo lastimado en la Copa de la UEFA, Westerveld fue al final decisivo para ayudar al equipo txuri urdin a eludir el descenso a Segunda y firmó una hoja de servicios excepcional en la temporada 2002-2003, cuando la Real coqueteó seriamente con la posibilidad de reencontrarse con el título de Liga.

Asper, mientras, volvió a Suecia. Esta vez, a la filas del Malmo, donde permaneció hasta 2006, cuando emprendió una breve aventura en el Viking noruego. El Brommapojkarna fue después el puente para acabar regresando al club de su debut, el Mjallby, al que ayudó en su ascenso desde la segunda división sueca hasta la primera. En 2010, además, su nombre volvió a copar los titulares de los periódicos de su país. No por una parada, sino por un gol casi en el último segundo que acabó salvando un punto para los suyos. Fue, además, el primero de su carrera para el meta que fue, en su momento, el primer advenedizo en la portería de la Real Sociedad.

lunes, 10 de diciembre de 2012

El campeón que se convirtió en cebo: Andreas Kopke


La portería del Barcelona es una de las más exigentes del mundo. Los encargados de defenderla deben tener un carácter especial. Una fuerza especial. Puede ser una atalaya. O una hoguera cruel. En verano de 1996, precipitada ya la salida de Johan Cruyff, quien dos años antes había sentenciado a su hasta entonces último propietario indiscutible, Andoni Zubizarreta, se avecinaban grandes cambios para el conjunto azulgrana. Bobby Robson, escudado por un Jose Mourinho muy lejos aún de convertirse en lo que es ahora, por mucho que apuntara maneras, iba a tomar las riendas. Y el presidente barcelonista, Josep Lluís Núñez, estaba dispuesto a tirar la casa por la ventana. El mercado, además, se había ampliado considerablemente. Gracias a la sentencia Bosman, los jugadores europeos no iban a ocupar plaza de extranjero en ningún país del mercado común. Ya no había cuotas. El único límite era la cartera.

El Barça, aparentemente, se fijó en un veteranísimo portero que se había convertido en héroe en el ocaso de su carrera. Andreas Kopke, quien había permanecido durante gran parte de su carrera en la selección germana a la sombra de Bodo Illgner, aprovechó la Eurocopa de 1996 para resarcirse de su nulo protagonismo en una selección que tocó el cielo en el Mundial de Italia 90, lo acarició en la Eurocopa de Suecia en 1992 y que se vio sorprendida por la mejor Bulgaria de todos los tiempos en el Mundial de Estados Unidos, en 1994. A nivel individual, había sido elegido mejor jugador de Alemania en 1993. Tres años después, la semifinal ante la anfitriona, Inglaterra, le aupó a los altares. Las tablas llevaron a la tanda de penaltis. Ninguno de los dos equipos desaprovechó sus primeros cinco lanzamientos. Pero, al llegar la muerte súbita, Kopke evitó el tanto de Southgate y abrió el camino para el pase de su equipo a la final. Allí, el fallo de un meta que ya ha aparecido por estos lares, Petr Kouba, acabó por conceder el trofeo a Alemania.

Los astros parecían alineados para concederle un final de carrera de ensueño. Nacido en Kiel, el 12 de marzo de 1962, Kopke estaba ya en el ocaso de su trayectoria deportiva, si bien podían quedarle aún tres o cuatro años a un nivel más que aceptable. Los metas son los futbolístas más longevos. Dino Zoff, por ejemplo, consiguió levantar con Italia el Mundial de España, en 1982, cuando contaba ya con algo más de 40 años. ¿El rival de los transalpinos? Alemania. Cómo no. Su destacada Eurocopa estaba a punto de abrirle las puertas del Barcelona. Hasta salió sonriente de las oficinas del club azulgrana, con todo prácticamente hecho para cerrar su fichaje. Un preacuerdo con el Stuttgart, no obstante, fue el gran escollo para que el Eintracht de Frankfurt, su entonces equipo tras pasar, entre otros, por el Hertha de Berlín y el Nuremberg, diera paso al conjunto barcelonista. Además, el gran favorito de Robson, el nuevo responsable del banquillo del Camp Nou, era un Vítor Baía con el que ya había coincidido en el Oporto. Los coqueteos del Barça con Kopke precipitaron al fin su llegada, previo pago de unos seis millones de euros, una auténtica salvajada para la época. Ronaldo, con todo lo que fue en la campaña 1996-97, había costado el doble.

Las puertas del Barça se cerraron, pero se abrieron las del Olympique de Marsella, conjunto cuyas redes defendió entre 1996 y 1998 antes de regresar de nuevo al Nuremberg, donde colgaría definitivamente los guantes en 2001, aquellos que solía lavar él mismo con agua fría el día antes de los partidos. Manías de porteros. Tres años antes de retirarse dejó la selecció alemana, llevándose un último recuerdo amargo. Su último partido oficial fue una derrota por 3-0 ante Croacia, en los cuartos de final del Mundial de Francia, en 1998. Actualmente, no obstante, es el entrenador de porteros de la selección alemana. Se toma su trabajo muy en serio. Una chuleta que le dio a Jens Lehmann resultó al final crucial para que Alemania se abriera paso ante Argentina en los cuartos de final del Mundial de 2006, jugado en casa, tras llegar a la tantas veces cruel tanda de penaltis.

Pero esa no es la única anécdota que adorna su carrera. En la temporada 1993-94, encajó lo que en la Bundesliga se considera como el paradigma de gol fantasma, a botas de Helmer. Aunque el balón no llega a traspasar en ningún momento la línea de gol, el colegiado lo dio por bueno. Poco antes, eso sí, ya había logrado un auténtico golazo. El duelo acabó con triunfo para el Bayern de Múnich ante el Nuremberg, el equipo de Kopke, por 2-1. La liga alemana, no obstasnte, reconoció el error y mandó repetir el encuentro. Algo que, posiblemente, el bueno de Andy Kopke hubiera preferido que no hubiera pasado. Del 2-1 se pasó al 5-0. Posiblemente, uno de los momentos más incómodos de su carrera. A la altura de aquella vez en la que el Barça, aparentemente, utilizó a todo un campeón de la Eurocopa para cazar con reclamo, cuando el propio Kopke fue el cebo que precipitó la llegada de Vítor Baía.

martes, 4 de diciembre de 2012

La asignatura pendiente: Frans Hoek


Lo cuenta él mismo en una serie de vídeos para la UEFA que pueden verse aquí: los porteros no siempre han tenido la atención específica que merece un puesto tan especializado y tan delicado como el suyo. Por eso, Frans Hoek, considerado actualmente como uno de los mejores entrenadores de guardametas a nivel mundial, decidió centrarse en ellos desde muy joven. Nacido en Hoorn, el 17 de octubre de 1956, él mismo probó qué se siente defendiendo las redes de un equipo en la liga holandesa, el Volendam, a cuya disciplina perteneció hasta 1985. Su mayor fama, no obstante, llegó tras colgar los guantes. Una lesión le obligó a dejar la práctica profesional del fútbol con sólo 28 años, pero eso no impidió que siguiera ligado a un deporte y a un puesto que le apasionaban.

Johan Cruyff, entonces en el Ajax, lo reclutó para que se encargara de crear una estructura técnica específica para porteros en este club, durante mucho tiempo uno de los paradigmas de la efectividad de la cantera. Allí, entre otros, trabajaría con Edwin van der Sar, tal vez el primer portero moderno, el primero que se implicó en el juego del resto del equipo, utilizando no sólo las manos, sino también los pies. Su fama fue creciendo, y hasta organizó campus de entrenamiento para porteros en Estados Unidos, con el apoyo de una de las marcas más famosas en equipación para guardametas, Uhlsport. Hoek seguiría bastante más tarde los pasos de su primer valedor y llegaría al Barcelona, de la mano en este caso de Louis van Gaal. A pesar del interés en los porteros mostrado por Cruyff en Holanda, el Barcelona no contaba con un preparador especialista para este puesto en el primer equipo.

Hoek permaneció en el Barça entre 1997 y 2003. Aunque Van Gaal dejó la entidad barcelonista por primera vez en 2000 y llegó a ofrecerle trabajar con él en la selección holandesa, rechazó su oferta. Por sus manos, pasaron muchos porteros. La meta azulgrana, desde la traumática marcha de Zubizarreta, a quien Cruyff anunció que no iba a renovar en la jardinera que llevaba a los futbolistas al avión tras la debacle del Dream Team ante el Milan en Atenas (4-0), estaba poco menos que electrificada. En ella se "quemaron" porteros más o menos consagrados, como Julen Lopetegi o Vitor Baia, o estrellas prometedoras, como Robert Enke, Francesc Arnau o incluso Pepe Reina. Sólo un meta en el ocaso de su carrera, sin nada que perder, como Ruud Hesp, se salvó momentáneamente de la quema. Y sólo por un par de temporadas. Hasta que Van Gaal, primero, y Frank Rijkaard, con más convencimiento, después, apostaron por un jovencísimo Víctor Valdés. Y ahí sigue.

Aunque las teorías y los ejercicios parecen ser lo suyo, a Hoek le faltaría algo muy importante para sacar el máximo rendimiento de sus pupilos: psicología. Les desafiaba a buscar cuál era la mejor manera de protegerse de un sol deslumbrante, bien con lentillas, pintura negra bajo los ojos, como en el fútbol americano, o con una gorra, y a justificar su elección y ponerla a prueba. En cambio, no parecía dársele muy bien meterse en su cabeza. Algo a lo que tampoco sería muy dado el propio Van Gaal. Su relación con los metas que tuvo bajo sus órdenes en su última temporada en el Barça, Valdés, Bonano y Enke, fue más que tirante. Así se lo confesó a una amiga en una entrevista el biógrafo del malogrado portero germano, Ronald Reng, quien presentó su libro sobre Enke la semana pasada en Barcelona.

La carrera como técnico de Hoek no acabó en el Barcelona. Trabajó otra vez con Van Gaal en el Bayern de Múnich y ahora vuelve a hacerlo otra vez en la selección holandesa. Con los años, seguro, se ha hecho más sabio. Más técnico. Incluso tiene una empresa que comercializa material de entrenamiento para porteros. Habrá que ver si la empatía sigue siendo su asignatura pendiente.