lunes, 22 de octubre de 2012

La última parada: John Thomson


Muchos ven en el fútbol una suerte de versión civilizada de la guerra. Aun así, las hostilidades jamás deberían salir del rectángulo de juego. La rivalidad es sana. Ayuda a crecer. El odio, en cambio, destruye. Desgraciadamente, esa norma, que debería ser inamovible y de obligado cumplimiento, sólo se actualiza a través de la tragedia, cuando un joven futbolista halla la muerte demasiado pronto. Cercanos y dolorosos son los casos de Antonio Puerta y Dani Jarque. Por desgracia, no son los únicos. Entre los primeros, se encuentra el de John Thomson, guardameta del Celtic, rival ahora del Barcelona en la Liga de Campeones. Murió a los 22 años, tras un aparatoso choque con Sam English, jugador del Rangers, en un Old Firm, el duelo de la máxima rivalidad en Escocia, disputado en Ibrox Park el 5 de septiembre de 1931, ante más de 80.000 espectadores. Según se cree, el grito que se escucha tras el choque podría pertenecer a la joven Margaret Finlay, su prometida, de 19 años, quien estaría viendo el desarrollo del encuentro al lado de Jim Thomson, hermano del malogrado arquero.

John no dudó ni un segundo en lanzarse a los pies de English para evitar un peligroso uno contra uno. Su seguridad era lo de menos. Desgraciadamente, la rodilla del jugador del Rangers impactó con su cabeza, provocándole una fractura de cráneo y la rotura de una arteria a la altura de la sien derecha. Según publicó The Scotsman, mientras se lo llevaban en camilla del terreno de juego, se levantó un momento para dirigir la mirada por última vez tanto a su portería como al lugar donde había tenido lugar el choque. Fue llevado al hospital Victoria Infirmary de Glasgow, donde incluso fue sometido a cirugía para tratar de paliar en la medida de lo posible sus graves heridas. Sin éxito. A las 21.25, finalmente, se le declaró oficialmente muerto. Más de 30.000 personas acudieron a su funeral, que tuvo lugar cuatro días después, el 9 de septiembre, en Cardenden, el lugar en el que se crió, aunque nació en Kirkcaldy, el 28 de enero de 1909. Muchos de los que quisieron darle un último adiós recorrieron los 88,5 kilómetros que separan Glasgow de Cardenden a pie, como un primer homenaje al héroe caído.

Dicen que las luces que más brillan se consumen antes. La carrera de John Thomson no pudo ser muy larga, pero, desde luego, si tuvo toques de brillantez. Dejó la portería a cero en duelos internacionales contra Inglaterra e Irlanda, un absoluto motivo de orgullo para los aficionados escoceses. Y, por mucho que se le considerara demasiado enclenque para ser portero, según los cánones de la época, su agilidad y reflejos le permitían enfrentarse con éxito a los ataques más peligrosos. Siempre, con una acción plástica, cargada de elegancia. No en vano, uno de sus compañeros, Jimmy McGrory, corrigió a los que acusaban al meta de tener las manos pequeñas argumentando que las de John "eran manos de artista". "Nunca hubo un portero que atajara y blocara los disparos más duros con tanta gracia y facilidad. En todo lo que hacía había un equilibrio y una belleza de movimientos que eran maravillosos de contemplar", le elogió el primer mánager del Celtic, Willie Maley.

En noviembre de 2008, su nombre fue al fin incluido en el Hall of Fame del fútbol escocés. Su lugar de eterno descanso, a día de hoy, sigue siendo un lugar de pelegrinación casi obligado para los seguidores del Celtic. Cómo no, su tragedia acabó tomando incluso forma de canción, una suerte de aquellos cantares de gesta dedicados a los paladines medievales y que, como esos, ha ido perdurando en el tiempo. El año pasado, en el 80 aniversario de su fallecimiento, se repitió en parte la pelegrinación a pie que tantos y tantos aficionados llevaron a cabo desde Glasgow hasta Cardenden, actualizando una vez más una de las frases que pueden leerse en la tumba del malogrado guardameta, aquel que se levantó de la camilla para dirigir la mirada al escenario de su última parada: "Nunca mueren aquellos que viven en los corazones de los que dejan atrás".

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