martes, 13 de noviembre de 2012

De alas y palos: Antoni Ramallets


El Gato con Alas. Así bautizó Matías Prats senior a Antoni Ramallets en el Mundial de Brasil, hace más de 62 años. Su felina figura se transformó también en alada sobre el césped del mítico estadio de Maracaná. Portero, entre otros, del Barcelona y de la selección española, se encumbró deportivamente en ese torneol, el del tristemente célebre Maracanazo. La anfitriona cayó contra pronóstico contra Uurguay y provocó que un jovencísimo Pelé prometiera a su padre que le compensaría por ese disgusto. El astro, que ha visto este pasado fin de semana como Messi igualaba su mejor marca anotadora en un año natural, cumplió de sobras su palabra. Hasta tres veces. Ramallets no pudo competir por el máximo cetro del deporte rey. Su palmarés, no obstante, no anduvo huérfano de títulos. En absoluto.

Fue el meta del primer equipo de leyenda del Barcelona, el de Les Cinc Copes. Como azulgrana, consiguió seis Ligas, cinco Copas y dos Copas de Ferias (la competición que acabó convirtiéndose en la Copa de la UEFA y que ahora, tras múltiples cambios de formato, se denomina como Europa League). A título individual, se proclamó como portero menos goleado de la liga española en las temporadas 1951-52, 1955-56, 1956-57, 1958-59 y 1959-60. Las dos últimas distinciones, además, le valieron el trofeo Zamora, instaurado en la campaña 1958-59 en honor del que, tal vez, fue uno de los primeros mediáticos del fútbol español, guardameta a su vez en la década de los 30 del pasado siglo del Espanyol, el Barcelona y el Real Madrid.

La gran espina, el gran borrón en la carrera de Ramallets, no obstante, fue la Copa de Europa. Rozó el título en Berna, en 1961, en la después conocida como la final de los palos, pero el trofeo acabó al fin por escurrirse de unos dedos que, por aquel entonces, no solían ir enguantados. Los azulgrana estrellaron el balón una y otra vez contra el marco de la portería de su rival, el Benfica. Tanto, que, a la postre, la FIFA acabaría cambiando la forma de los mismos. Dejaron de ser cuadrados y se convirtieron en redondos. Ramallets, según explicaba él mismo, traicionado por el sol, no estuvo tan acertado como en él era costumbre y los portugueses se llevaron el título con un marcador final de 3-2. No pudo despedirse oficialmente del Barça, de su Barça, como quería, si bien en su partido de homenaje, en 1962, ante el Hamburgo, y con 38 años cumplidos, dio aún muestras de su legendaria agilidad ante los disparos de los delanteros germanos.

El Barça fue su último club. En total, disputó 538 partidos como azulgrana. Nacido en Barcelona, el 1 de julio de 1924, empezó su carrera como profesional en el histórico Europa, del también barcelonés barrio de Gracia. A causa del servicio militar, obligatorio en esos tiempos, tuvo que trasladarse a Cádiz y a Mallorca, jugando de esta manera en el San Fernando y en el mismo Mallorca. En 1946, fue fichado por el Barcelona, club que lo cedió en primera instancia al Valladolid, entonces en Tercera División, en cuyas filas logró el ascenso a Segunda. Tras dos años condenado al banquillo, se hizo definitivamente con la titularidad en 1950, tras una lesión ocular de Velasco. Sus actuaciones le valieron a su vez su convocatoria para el Mundial de Brasil. Con España, no obstante, jugó sólo 35 partidos. Suficientes para pasar a la historia. Para escribir una leyenda. La suya. La del Gato de Maracaná. Un gato con el que los palos, tantas veces aliados de los guardametas, fueron crueles en Berna.

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