El PSG le comunicó que ya no iba a contar con sus servicios durante ese verano y el meta tuvo que buscarse la vida. Más o menos, lo mismo que ya había hecho con 18 años recién cumplidos, cuando decidió rebelarse contra la voluntad de su padre, médico de profesión, y tratar de buscar fortuna en Francia como portero. Aunque había nacido en la metropoli, en la localidad de Saint-Symphorien, el 7 de abril de 1963, se había criado en la Guayana Francesa. Según dicen, fue jugando en sus playas, corriendo por la arena y saltando entre olas, donde el joven Lama puso los cimientos de una espectacular agilidad nunca ensombrecida por uniformes tan coloritas (como mínimo y siendo muy amables) como el que luce por ejemplo sobre estas líneas. Sus camisetas, su peinado y, por supuesto, el positivo que dio por cannabis llevaron a muchos a situarlo en la órbita de la cultura rastafari. Algo que él mismo dejaría claro jugando un partido durante los actos de homenaje a Bob Marley que tuvieron lugar en Etiopia en 2005.
Tras pasar ocho años en el Lille, con cesiones al Abbeville y al Besançon, encadenó tres fichajes relámpago por el Metz, el Stade Brestois y el Lens antes de acabar aterrizando en el PSG. Después de que el conjunto parisino le diera calabazas, y tras algunos meses entrenándose bajo su disciplina, se incorporó al West Ham justo a tiempo para entrar en la convocatoria del Mundial de Francia, en 1998, si bien su puesto ya iba a ser propiedad exclusiva de Fabien Barthez, aquel meta cuya calva le daba suerte a Laurent Blanc. Al título del Mundial sumaría la orden de Caballero de la Legión de Honor, como todo el combinado galo. Y en 2000, también a la sombra de Barthez, incorporaría a su palmarés una Eurocopa, la de Bélgica y Holanda. Aunque el West Ham quiso quedarse definitivamente con sus servicios, el PSG volvió a llamar a su puerta y el bueno de Lama no pudo resistirse a regresar hasta que, en verano de 2000, se incorporó al Rennes, equipó en el que colgó los guantes.
Como técnico, tuvo un paso fugaz por la selección de Kenia. Tras perder contra Eritrea en su debut en los banquillos, cagó contra la falta de profesionalidad de ese país africano y dejó finalmente el cargo. Tal vez, algo inevitable para su carácter, el de aquel rebelde con causa que desafió a su padre para ser portero y que, en la actualidad, tiene un aspecto muy alejado del que lució antaño.
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