martes, 23 de abril de 2013

El infortunio del trotamundos: Fabián Carini


El fútbol no es ni más ni menos que un espejo de la vida. Muchas veces, gente brillante, aparentemente destinada a grandes cosas, se queda en el camino. Nunca consiguen que su resplandor, en apariencia llamado a ser admirado por todos, logre esa especie de predestinada trascendencia. Hay quien lo justifica diciendo que las llamas más brillantes se consumen antes. Quizás, eso es lo que pasó al meta que se encuentra sobre estas líneas: Fabián Carini.

Allá por el año 2000, el nombre de este guardameta uruguayo, nacido en Montevideo, el 26 de diciembre de 1979, y cuyo primer club como profesional fue el Danubio, empezaba a sonar con fuerza como el de uno de los más grandes cracks en ciernes. En 1999, había sido elegido el mejor portero del Mundial sub'20, disputado en Nigeria y que acabó con triunfo de la selección española. Un tanto del ex azulgrana Seydou Keita, el mejor jugador del torneo, tras fallo del propio meta, les privó del tercer puesto. Pese a todo, la prensa internacional lo aupó por encima de un jovencito llamado Iker Casillas... Su nombre llegó a sonar incluso como posible refuerzo de aquel Barcelona en eterna búsqueda de portero. Una circunstancia que se produjo entre el abrupto adiós de Zubizarreta y la irrupción en el primer equipo de Víctor Valdés. Al final, no obstante, el equipo que logró hacerse con sus servicios fue la Juventus, aprovechando la circunstancia de que el meta no ocuparía plaza de extracomunitario por sus orígenes italianos.

Actuaciones como ésta, firmada en el preolímpico de Brasil en 2000, habían convencido a los dirigentes de la entidad turinesa. Uruguay, no obstante, no llegó a meterse en el torneo de fútbol de Sydney. Brasil, con un tal Ronaldinho como gran figura y máximo anotador (9 goles), y Chile lograron los dos puestos en juego. En la Juventus, no obstante, la titularidad estaba prácticamente de manera exclusiva en las manos del gigantón Edwin van der Sar. Y mucho más se le complicaron las cosas cuando el conjunto bianconero cerró la llegada de Gianluigi Buffon al año siguiente. En 2002, después de jugar la fase final del Mundial de Corea y Japón y ver como Uruguay era apeada en primera fase, acabó cedido al Standard de Lieja belga por dos temporadas tras frustrarse un posible pase al Arsenal y, a pesar de que se ofreció como posible refuerzo para el Atlético, el siguiente club de su carrera volvería a hablar italiano: el Inter de Milán. Tampoco encontró allí la confianza que tanto necesita un arquero. Fue cedido por una temporada al Cagliari y, tras otra fugaz campaña en el Inter, acabó por fin por llegar a la Liga española, si bien a un conjunto mucho más modesto de lo que él se sentía merecedor: el Murcia.

Con el equipo murciano disputó un total de 11 encuentros en Primera, en los que encajó 22 tantos. Sólo el Betis, el Espanyol, el Sevilla y el Valencia no lograron batirle. Ante el Real Madrid, en el Bernabéu, únicamente tuvo que recoger el balón del fondo de sus redes en una ocasión. Con el descenso del equipo a Segunda División, y dada su elevada ficha, se acabó su aventura en la Liga española. Brasil, y más concretamente el Atlético Mineiro (curiosamente, el actual club de Ronaldinho) le abrieron sus puertas. La suerte, no obstante, siguió sin acompañarlo. Incluso fue despedido fulminantemente después de encajar una treintena de goles en los 19 encuentros que jugó. Peñarol, otra vez en casa, tampoco fue el oasis deseado. Incluso fue apartado del resto del equipo en los últimos tiempos de su contrato.

Ahora, busca reencontrarse con las mieles del triunfo, con su mejor versión, en Ecuador, en el Deportivo de Quito. Allí, tal vez, cesará de una vez por todas esa suerte de maldición que arrastra: el infortunio del trotamundos.

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