miércoles, 6 de noviembre de 2013

La pizarra por la portería: Hans van Breukelen


Por norma general, se suele pensar que los porteros no acaban de estar muy bien de la cabeza. Es comprensible. Lanzarse a los pies de un tipo que viene corriendo hacia ti o intentar interceptar con las manos un objeto esférico que viaja en tu dirección a velocidades que, en algunos casos, pueden alcanzar los 100 kilómetros por hora, son cosas que parecen exigir un cierto desprecio por el tan humano instinto de conservación. Pero, desde luego, no hay que dejarse llevar por las generalizaciones.

Se puede arriesgar casi lo indecible en acciones para algunos absurdas y, a la vez, tener la azotea muy bien amueblada. Y, por supuesto, no todos los deportistas se ciñen al cliché del encefalograma plano. Hace tiempo, ya comenté en este mismo espacio que el arquero del Bayern de Múnich, Manuel Neuer, sólo por citar alguno, es un buen ejemplo de ello. Hay futbolistas que, además de pensar en su carrera deportiva, piensan también en otro tipo de carrera. Y a Hans van Breukelen, todo un mito holandés, ídolo del PSV, lo que le gustaba era enseñar. Quería ser maestro. Y, de hecho, lo fue. Por lo menos, durante un tiempo. Acabó sus estudios de pedagogía e incluso llegó a dar clase en algunas escuelas hasta que el fútbol, y más concretamente la portería, acabaron por convertirse en su pasión y forma de vida.

Nacido el 4 de octubre de 1956 en Utrecht, Van Breukelen se crió en De Bilt, el mismo lugar en el que se iniciaría en el fútbol. Cuando rondaba la veintena, se trasladó de nuevo a Utrecht, donde se estrenaría como profesional en el club de la ciudad. Los problemas económicos del club acabarían por forzar su traspaso al Nottingham Forest en 1982, donde tomaría el relevo de otro icono de la portería: Peter Shilton. Sus frecuentes convocatorias con la selección holandesa disgustaban a los dirigentes de la entidad inglesa, con lo que, al término de la temporada 1983-84, el meta se decidió a volver a casa para recalar en las filas del PSV Eindhoven. Una apuesta que, vistos los resultados obtenidos, fue del todo ganadora.

Muy pronto llegarían los primeros títulos. Y con ellos, el cariño y el respeto de la afición del PSV, por mucho que alguna que otra cantada (una de ellas muy famosa y que le costaría un empate ante el Feyenoord) manchara en parte su expediente. En Eindhoven ganó seis ligas, tres copas, una supercopa y una Copa de Europa. El año de este último triunfo, 1988, fue, sin lugar a dudas, el mejor de toda su carrera deportiva. Al triunfo en la máxima competición europea de clubs, ante el Benfica, en la tanda de penaltis y con una parada decisiva, se le sumaría también el de la máxima competición continental de selecciones, al lado de nombres como los de Gullit, Rijkaard o Van Basten. Otra Eurocopa, la de 1992, marcaría el final de su etapa en la selección oranje. Su equipo llegó hasta las semifinales del torneo, pero acabó cayendo en la tanda de penaltis frente a la que sería la campeona, Dinamarca. El ya veterano guardameta, en esa ocasión, no pudo firmar ninguna acción salvadora ante los lanzamientos desde los 11 metros.

Dos años después de renunciar a la selección, Van Breukelen se decidiría también por colgar definitivamente los guantes. Tras retirarse, se dedicó inicialmente a los negocios, dejando brevemente aparcada esa faceta por una fallida incursión como director deportivo del Utrecht tras rechazar convertirse en mánager del Twente. El PSV, en 2010, llamó a su puerta para que formara parte de su consejo asesor, pero el meta lo dejó en 2013 por su desacuerdo con el estilo de juego del equipo, buscando que su salida fuera un revulsivo. No en vano, ahí se le recuerda como todo un ídolo. Una condición ganada a pulso con muchas fantásticas intervenciones. Las de un arquero que, un día, decidió cambiar la pizarra por la portería.

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