lunes, 4 de marzo de 2013

El gigante volador: Peter Schmeichel


Es casi una norma no escrita. Los porteros más bajitos suelen ser ágiles, rápidos, explosivos. Los más altos, en cambio, se mueven de manera más pesada, pero igualmente efectiva. Del primer caso, por ejemplo, podemos citar al Gatu Juan Carlos Ablanedo, durante muchos años incansable guardián del Sporting. Del segundo, a Andoni Cedrún, arquero del Zaragoza. Pero, a veces, hay excepciones. En los últimos años, cada vez más habituales. Gianluigi Buffon, toda una atalaya, es capaz de realizar saltos prodigiosos. Igual que David de Gea, en cuyas grandes intervenciones se fundamentó el empate del Manchester United (1-1) en su última visita al Bernabéu. Pero uno de los primeros en aunar altura y agilidad fue, precisamente, uno de los predecesores del meta madrileño en la portería de los red devils: Peter Schmeichel.

Nacido en Gladsaxe, el 18 de noviembre de 1963, llegará este año al medio siglo. Su planta, casi de armario ropero más que de futbolista, no llevaba a nadie a sospechar las increíbles acrobacias que era capaz de ejecutar bajo los palos. Tras iniciarse como profesional en su país, dio el gran salto cualitativo en su carrera en 1991, cuando dejó el Brondby para enrolarse en las filasl del Manchester United. Allí, bajo las órdenes del eterno sir Alex Ferguson, viviría sus más grandes éxitos a nivel de club. Con el United conquistó, entre otros trofeos, cinco títulos de la Premier League, cinco Copas inglesas y la Champions de 1999, que vivió un final sencillamente no apto para cardíacos en el Camp Nou. Sus excelentes condiciones como arquero le granjearon una bien merecida fama, lo que llevó a su patrocinador deportivo a personalizar sus guantes incluyendo la S de su apellido en el dorso, algo que normalmente reservaba bien para porteros alemanes o que jugaran en la Bundesliga.

Quizás, a esa marca germana no le sentaría demasiado bien que una de las mejores paradas del arquero, conocido en inglaterra como el Gran Danés, por motivos obvios y en este caso nada perrunos, la realizara precisamente contra la selección alemana, en la Eurocopa de 1992. Dinamarca no se había clasificado, pero la exclusión de una Yugoslavia inmersa en plena Guerra de los Balcanes le abrió las puertas del torneo. Los daneses estaban casi de vacaciones. Jugaron sin presión, para divertirse. Un poco, como la Bulgaria de 1994. En su caso, no obstante, no se conformaron con un cuarto puesto: se llevaron el torneo. Y una enorme parte del mérito estuvo en las manos de Schmeichel, capaz de parar un penalti decisivo a Marco van Basten en las semifinales y de dejar su meta a cero incluso ante un tremendo cabezazo de Klinsmann en la final.

A lo largo de su carrera, Schmeichel no se dedicó sólo a salvar goles. También marcó algunos. El primero con el Manchester lo consiguió en la Copa de la UEFA, ante el Rotor de Volvogrado, en 1995. Fue un tanto estéril, que no pudo enjuagar los dos conseguidos por el rival en Old Trafford y que convirtió en insuficiente el conseguido por los red devils en la ida. Incluso marcó de chilena con el United en la Copa inglesa, si bien el tanto fue justamente anulado por fuera de juego. Entre sus honores, además, está el de haber sido el primer portero que marcó un gol en la Premier, si bien eso lo hizo desde las filas del Aston Villa, tras pasar primero por el Sporting de Portugal y acabar concluyendo su carrera deportiva en el Manchester City, algo que, a buen seguro, no gustaría demasiado a los seguidores más radicales del United. Sobre todo, porque fue capaz de dejar su portería a cero en las dos ocasiones en las que se enfrentó a su ex equipo en la liga. Hasta su hijo Kasper ha defendido en dos temporadas diferentes la meta del eterno enemigo íntimo de los red devils.

Pero, quizás, recordar todos los títulos que llegaron de la mano de Schmeichel, o de sus manos, mejor dicho, fue el mejor bálsamo para que sus antiguos fans más fieles mantuvieran su eterna devoción hacia aquel gigante volador. Un portero capaz de realizar paradas que acababan siendo sinceramente aplaudidas hasta por el arquero rival. Algo nada extraño entre guardametas, pero no por ello menos destacable.


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